La grave obligación de educar Jorge

AutorAlberto Hidalgo Toledo

Como es por todos sabido, una taza de café o una sonrisa por la mañana no son suficientes para desahogar el corazón y sentir que nuestra semana puede ser un episodio telenovelesco de siete días intensos de plena felicidad. Día con día, padres de familia, educadores y formadores nos hacemos la misma pregunta:¿Cómo podemos proveer nuestro hogar de dicha y buenas virtudes?La respuesta quizá nos suene obvia, pero es muy simple, cultivando los valores más sencillos y haciendo de ellos un compromiso de vida.

San Francisco de Sales comentó alguna vez en una epístola a Madame Chantal:"cortesía, pequeña virtud, mas prueba evidente de otra mucho mayor... Y es necesario ejercitarse en las pequeñas virtudes, sin las cuales las grandes son a menudo falsas y engañadoras ".

Como podemos ver, su reflexión no tiene nada de desperdicio;construir una personalidad afable y educada, es dar forma a un individuo lleno de virtudes. El buen trato y la galantería que admiramos del otro, no es manifestación superflua de la más absurda urbanidad. Nuestra naturaleza intuitiva nos permite detectar en aquella persona verdaderamente refinada, más que una modalidad de la vanidad, una actitud auténtica. Y es que, como dice el pedagogo José Fernando Calderero:"la educación de los buenos modales está íntimamente relacionada con la educación de las virtudes, de las cuales la conducta externa debe ser una manifestación.

Consideremos por un instante la cita anterior y pensemos:por un lado los buenos modales y la cortesía requieren haber adquirido por convicción, de menos, algunas virtudes como el orden, la elegancia, el amor o la generosidad. Y por otro lado, la práctica de los buenos modales nos ayuda a consolidar la adquisición de las virtudes.

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