De grapas, pingas y código del silencio

Diana tiene hoy 17 años. Entró a la pandilla de cholos Santa Carmen a los 13. "Una amiga estaba en banditas. Me empezó a llevar donde hay bandas. Yo no le ponía (a los enervantes), no me obligaban".

Ahora vive tranquila, después de un tratamiento de desintoxicación y cuatro caídas al Tutelar de Menores por robo y posesión de drogas. "Estaba en la Secundaria Técnica 38, donde hay banditas y consumen drogas. Me picó el gusanito y me gustó".

Comenzó con la marihuana. Siguieron las pastillas, la Roche uno, la Roche dos, los 'rebotines' para ponerse activo. "Te dan primero para arriba y luego te bajas, Me enseñaron a cocinar la cocaína para hacerla base".

El efectivo, "la lana" tampoco fue problema cuando la adicción comenzó a arraigarse en su cuerpo. "Una vez que no tenía dinero, un amigo me enseñó a abrir carros".

José Vázquez Hernández, "El Chico", tiene una experiencia de 20 años como trabajador social y preceptor técnico en el Tutelar de Menores; conoce a fondo la manera de ser de los pandilleros. "Un chavo que pertenezca a las bandas es difícil de rehabilitar", dice, "el enfoque que se le da es llenarlo de valores".

En las bandas, asegura, siempre existirá un "código de silencio", y nunca dirán a alguien ajeno cómo funciona su pandilla, cuál es su clave, quién es el jefe del clan, cómo reparte el trabajo y se queda con la mejor parte.

Algunos de los jóvenes recluidos se atreven a hablar, pero con reservas. Todos son adictos.

Ellos aceptan ser, a su manera, la protección del barrio, siempre y cuando ningún vecino se meta.

Lo que dice la ley en Jalisco

Codigo Penal de Jalisco

TITULO SEGUNDO

Delitos contra la Seguridad Pública.

...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR