Grandes Viajeros/ Ceix en la tormenta

AutorXimena Escalante

Alcíone, temerosa del futuro de su amado marido, tenía fuertes presentimientos. Ceix, que ya estaba acostumbrado a los lamentos de su esposa cada vez que partía de viaje, la tranquilizaba asegurándole que si el mar, los dioses y todo lo que estaba escrito en su destino le era favorable, en unas cuantas semanas volvería a estar envuelto en sus brazos, al calor de su entrañable cama.

Ceix iba a consultar el oráculo de Delfos. Mientras Alcíone lloraba en la casa, sintiendo la presencia de él en cada mueble, cada pared, cada minuto, Ceix y su tripulación disfrutaban de una mar calma, tan tranquila y próspera que levantaron velas para apresurar su llegada a la ciudad mágica, donde el pasado, presente y futuro de cada quien estaba escrito, en libro abierto.

Iban a la mitad de camino cuando el viento empezó a soplar recio. El piloto ordenó recoger las velas, pero los marinos apenas podían hacer su tarea interrumpidos por los jalones del barco, la furia de las olas y el viento enfurecido que hacía sonar su potente fuerza. Ceix daba órdenes a sus marinos para sortear los golpes de viento y agua, pero uno por uno fueron cayendo al agua. Entre el terror y el pánico, el que no moría ahogado era blanco de un fuerte golpe, el que no caía de golpe era luego arrastrado por la vorágine violenta. Se dice que las olas eran tan altas que llegaron a tocar las nubes, que las nubes tocadas por las olas caían al mar como telones pesados, que el viento entraba tan profundo al mar que rozaba en su trayecto el fondo de todo.

El cielo y el mar parecían sostener una fuerte pelea, y en medio de los dos ese pobre barco que después de ser subido y bajado hasta lo más alto y lo más bajo, quedó hecho mil pedazos de madera. Miembros de cuerpo humano aparecían por aquí y por allá, dibujando un cuadro terrible, siniestro y pavoroso. Estaba todo tan oscuro que no brillaba en el cielo ninguna estrella, la luna parecía no existir, ni un ser vivo parecía habitar ese horrible momento.

En medio de ese trágico...

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