Grandes Viajes/ Una carta importante

AutorXimena Escalante

Más complicado que una historia melodramática, que una trama de Shakespeare o que una receta de cocina oriental es el periodo comprendido entre las primeras décadas del Siglo 13, cuando Inglaterra fue un hervidero de traiciones y cambios de humor. Narrar los episodios ocurridos en la Corte y en la Iglesia de esas fechas requiere de la maestría de un científico capaz de separar cada uno de los hechos, todos enredados entre sí.

Inglaterra fue blanco de diversas invasiones; escandinavos y normandos se peleaban el pedazo de tierra como si fuera el hueso de perros hambrientos. El pueblo, formado básicamente por labradores, pescadores y artesanos, se sentía mareado ante tantas guerras y cambios de Gobierno. En una de las múltiples escenas en las que se hizo repartición del reino hubo una división decisiva: a Matilde (esposa de Godofredo de Plantagenet) le tocó Normandía, y a Esteban (hijo de la Condesa de Blois) le tocó Inglaterra.

Una vez adjudicados los pedazos de tierra, las cosas no fueron fáciles. En primer lugar, Godofredo de Plantagenet murió al poco tiempo, quedándose con la responsabilidad del reino su hijo Enrique, joven de duro temperamento y profusas ambiciones. La primera estrategia del joven consistió en casarse con Leonor de Aquitania, Reina de Francia. Apoyado en el poderío que imponía su reino, peleó sus derechos a la Corona inglesa, empresa que no le fue difícil. Así pues, cuando apenas contaba con 21 años, el Rey Enrique tenía bajo su dominio Aquitania, Inglaterra, Normandía y Anjou; es decir, un buen pedazo de Europa.

Como en aquellos tiempos la preocupación de las Cruzadas era de primordial importancia, la familia Plantagenet no vivió en la isla, aunque gozaba de sus derechos económicos a diestra y siniestra. Mientras la familia real se mantenía ocupada en los asuntos de política exterior, Inglaterra vivía sus propios dramas. Los mercaderes marinos se hicieron muy ricos, abriendo el horizonte de sus lazos comerciales en el Mediterráneo y Africa.

Se dice que ni el Rey ni su hijo, el famoso Juan Sin Tierra, tenían idea del dinero que estos mercaderes introdujeron y trabajaron en la isla. Este grupo de comerciantes ricos poco a poco fue adquiriendo popularidad entre los campesinos, que los consideraban sus "señores". Y, como una estrategia de control, los comerciantes empezaron a diseñar matrimonios entre ricos, campesinos y artesanos, constituyendo en...

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