Grandes Viajes/ Alta traición en Constantinopla

AutorXimena Escalante

Nicéforo Focas heredó la sangre implacable de su familia. Procedentes de Capadocia, los Focas fueron un clan muy rico y poderoso con episodios brillantes durante las guerras entre árabes y bizantinos. Nicéforo, valiente como todos los hombres de su casa, fue educado y entrenado en las artes de guerra más sofisticadas y, ciertamente, sus primeros pasos en el desempeño militar fueron notables, aunque cortados tempranamente por un acontecimiento muy doloroso: la prematura muerte de su esposa y de su único hijo.

Así que, sumergido en la melancolía, decidió entregarse a la oración y adoptó una forma de vida ascética; sin compañía, sin gente de servicio, sin lujos y, según se narra, sin arreglo personal y sin respeto a las convenciones de educación.

No obstante, por razones de emergencia, a sus 41 años fue nombrado generalísimo de Asia por el emperador Romano Lecapenos. El día en que se celebró su alto puesto militar a todos sorprendió por su aspecto rudo y salvaje, y por su fealdad. Despertó sospechas, se crearon intrigas, falsos rumores, pero él, inamovible, no hizo caso al ruido que le rodeaba.

Al poco tiempo de su nombramiento murió el emperador y heredó el lugar a su hijo y homónimo. Este joven, que a sus cortos años era dueño de medio mundo, se aburría con la política y sólo buscaba los placeres y goces que una vida frívola de palacio le facilitaba sin cesar. Confiaba sus decisiones a Bringas, ministro hábil que no dudaba en tomar las medidas pertinentes del Gobierno, que incluían, entre otras, favorecer a Nicéforo.

Así pues, Nicéforo planeó una estrategia histórica: el ataque a Creta, entonces dominada por los árabes. En julio del año 960, la expedición dirigida por Nicéforo era despedida desde las murallas de la ciudad con cantos y flores. El clamor y el ánimo de la población transmitieron coraje al ejército, formado por cientos de hombres, mercenarios en su mayoría.

La travesía se llevó a cabo sin incidentes, el mar Egeo ofrecía calma a los navíos que se detenían en cada una de sus islas para procurar descanso y fuerza moral a los guerreros. Una vez en las costas de Creta, el desembarco se efectuó en masa. Los árabes observaban incrédulos la empresa, asustados ante la cantidad de hombres, caballos y máquinas que salían de los barcos. Acto seguido, la infantería bizantina tomó su...

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