Graco Ramírez Garrido/ Partidos, democracia y transparencia

AutorGraco Ramírez Garrido

Las tres principales fuerzas políticas del país ordenan sus cuadros dirigentes para enfrentar el primer tercio del gobierno de la alternancia. El PRI demostró una vez más que no tiene cualidades para poder comportarse como una organización democrática. Roberto Madrazo, su dirigente recién electo, posee las mejores credenciales que lo acreditan como un sofisticado estratega que sabe hacer elecciones donde él gana a como dé lugar. Promete a sus partidarios el regreso para la revancha, por supuesto no le interesa la consolidación de la transición. Ofrece a sus correligionarios echar mano de lo que sea necesario para volver a usufructuar el poder; exactamente, ofrece el poder que es la pasta que une a los priistas. Como dijera Tulio Hernández, aquel ocurrente ex gobernador de Tlaxcala: por andar creyéndonos que había que hacer elecciones democráticas, el PRI dejó de ser el responsable de organizarlas y a partir de ahí nos comenzó a llevar la chifosca. Para Hernández, haber ciudadanizado los órganos electorales fue la causa que propició la pérdida del control del proceso y por ello la condición de no tener consigo recursos públicos, funcionarios en las casillas y papelería electoral en manos de la simbiosis gobierno-partido y los condujo al desastre.

En cambio, en Acción Nacional las cosas se resuelven civilizadamente, los notables que integran el Consejo Nacional escogen a su dirigente sin mayor revuelo. Las diferencias son de matiz y el fondo de la disputa se establece en las posibilidades de que Vicente Fox pueda entenderse con el partido, sin la mediación del factótum Diego Fernández de Cevallos. Vicente resuelve sus contradicciones matrimoniándose; después de la boda con su vocera Marta Sahagún, ahora, anuncia que se casará con su partido. La unión es como aquellas bodas entre familias de ricos que unen sus fortunas, lo que los junta no es el amor, sino los intereses mutuos. En el PAN se reelige a Luis Felipe Bravo Mena, quien no tiene mayor liderazgo, más bien parece un puntual y gris administrador del partido. Es el encargado del despacho, quien manda está en el Senado de la República. El PAN vive una crisis que sus propios dirigentes no han encarado con mayor resolución. Lo que viene ocurriendo con las autoridades municipales del Estado de México y el gobernador de Morelos son asuntos que van a golpear seriamente a los panistas. De poco servirá el matrimonio de Vicente con su partido. El caso de Atizapán es un espeluznante thriller. El...

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