Goza el verano en Capri

AutorAlonso Vera

Llega el verano y uno piensa que hace tiempo que el tiempo dejó de serlo y se convirtió en palabra, una muy recurrente, por cierto, que acomoda con un orden implacable los eventos acontecidos, corrientes o potenciales.

Pero el tiempo, en ciertas regiones del planeta, pareciera acontecer a un ritmo preferente, como si la cercanía del mar o la fresca brisa influyeran en aquel que se jacta de ser imparcial.

Algunos viajeros saben que el tiempo no es más que una palabra y, cuando se adentran en sitios envueltos en mitos y leyendas, no pueden permanecer ajenos a esos detalles que hacen tan particulares a las islas del Mediterráneo, como Capri.

Mare Nostrum II

Llega el verano y uno aprende que el Mediterráneo es un mar joven en edades geológicas, uno que sobrevive gracias al flujo atlántico que permiten la columnas que abrió Hércules en el Estrecho de Gibraltar.

Bastarían dos milenios para que la superficie que hoy "divide" el continente africano del europeo se mirara como un desierto por el que transitaran elefantes del tamaño de cabras y carretas cargadas con la mercancía de prehistóricos homo sapiens.

Pero hoy el mar se mira divino con su oleaje azul profundo acompañando esas nubes siempre tan expresivas. Un aire fresco no permite percibir los estragos del Sol en pleno. Y, cuando el barco llega al puerto de esta isla, a cualquiera se le olvida para qué es que ha ido hasta allí.

Fuera itinerarios

Llega el verano y uno se da cuenta de que Capri no acepta agendas personales ni itinerarios preconcebidos y de que allí a uno lo asaltará lo inesperado.

Tampoco es fácil permanecer ahí en pareja, ya que la iniciación con la isla es personal y no tardará en separar por un momento a los enamorados o a las familias tan sólo para que disfruten un poco más de su compañía.

Y así fue como, paseando por los andadores que surcan las orillas del mar entre magníficos bosques y residencias inconcebibles, perdí de vista a mi mujer recién llegamos.

Entonces recorrí enteros dos de los principales poblados de la isla, así como la mayor parte de sus regiones protegidas.

Pasé por playas y cavernas sin siquiera detenerme a observar, pues había estado en una búsqueda frenética, construyendo un mapa mental del sitio, que luego bien sabría aprovechar. Y, al fin, el instinto me llevó a pensar en dónde podría estar ella. Así llegué a las boutiques del Centro.

La joya

Llega el verano y uno se encuentra en una isla que fue residencia de verano para los pensadores griegos y los...

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