Ser gótico / Historias de los viejos tiempos

AutorCarlos Manuel Cruz Meza

Desde la época prehispánica, la relación con la muerte y los cadáveres en México fue muy estrecha. La cosmogonía de los mexicas incluía diversas festividades relacionadas con los muertos. Los cráneos eran conservados como trofeos y aparecían representados en los edificios y altares. El antecedente del Día de Muertos honraba a los dioses Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl (o Mictecacíhuatl), Señores de la Muerte. El dios era representado como un cadáver animado, cuya calavera conserva los ojos. Es, quizás, el ejemplo más antiguo de esta fascinación con los restos humanos: adorar un cuerpo descarnado, cuya esposa se encarga de custodiar los huesos de los muertos: "Mictlantecuhtli, Mictecacíhuatl, comen allá, en el Mictlan, pies manos. Y su guisado es el pinacate; su atole, la pus. Así la beben dentro de un cráneo". Por regla general, todas las antiguas deidades prehispánicas que se relacionaban con la muerte, tienen forma de cadáveres, casi siempre de esqueletos vivientes.

El 28 de agosto de 683 murió K'inich Janaab' Pakal, más conocido como Pakal II, gobernante maya de Palenque. Fue enterrado dentro de un sarcófago de piedra, mismo que fue cubierto con una losa de siete toneladas a manera de lápida. En ella se labró una inscripción donde se hacen constar sus fechas de nacimiento y muerte, las fechas de sus antepasados, y la manera en que el monarca prehispánico llegó al reino de los muertos. Rodeaban la lápida nueve guerreros de estuco. Permaneció enterrado mil trescientos años, hasta que el arqueólogo mexicano Alberto Ruz Lhuillier descubrió la cámara mortuoria el 12 de junio de 1952. Durante casi sesenta años, el sepulcro y los restos del gobernante fueron estudiados. La tumba permaneció abierta hasta finales de 2010, cuando la lápida fue colocada de nuevo en su lugar y se selló el sarcófago de manera definitiva. El cadáver más antiguo de México pudo así volver a su interrumpido descanso.

Alrededor del año 1200, los rarámuri acostumbraban enterrar a sus muertos en un cementerio ubicado dentro de la cueva El Gigante, en la sierra Tarahumara de Chihuahua. Durante más de mil años, diez momias y trece esqueletos permanecieron allí, hasta que fueron hallados en 2010. Los cadáveres aún conservaban ligamentos y trozos de carne. Junto a ellos había varios objetos funerarios: una copa, un cesto, algunos cucharones, semillas, mantas, cordeles, cuentas de hueso, conchas, pedazos de cerámica y turquesas.

Un enfrentamiento entre los...

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