Entrevista/ Gonzalo Garcés 'El escritor joven es un producto comercial'

AutorLeonardo Tarifeño

La utopía gardeliana que consiste en ser "morocho, argentino y Rey de París" acaba de encarnar en Gonzalo Garcés, escritor de apenas 25 años cuya segunda novela, Los impacientes, fue elegida por unanimidad como la ganadora de la última edición del Premio Seix Barral-Biblioteca Breve, el mismo que en los 60 obtuvieran Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante y Carlos Fuentes, entre otros clásicos de la literatura hispanoamericana. Semidesconocido en su país (su primer libro, Diciembre, apareció en 1997 editado por Sudamericana y pasó desapercibido) y ex alumno "pésimo" de filosofía, Garcés se fue de Argentina a los 20 años en busca de "cierto ideal aeronáutico y ferrocarrilero de la vida". Ahora reside en París, donde estudia Letras y deja que los días transcurran "escribiendo, estudiando a Schopenhauer o a Borges, y haciéndole cosquillas a la mejor francesa del mundo". -

Garcés sucede al mexicano Jorge Volpi en la nueva etapa del premio Seix Barral-Biblioteca Breve y es el primer argentino en ganarlo. Los impacientes, "una especie de homenaje a La Divina Comedia", enlaza las voces de tres jóvenes de 20 años Boris, Mila y Keller en tres capítulos que condensan tres días en la vida de cada uno. "Esos capítulos aluden a las tres etapas de la vida: la adolescencia, la madurez y la vejez", aclara el autor; "pero la estructura también remite al Infierno, el Purgatorio y el Paraíso de Dante". Además de las de Dante, las otras huellas literarias que se pasean por Los impacientes delatan los pasos de Jorge Luis Borges, el argentino Abelardo Castillo, la filosofía de Arthur Schopenhauer y El Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell, por cierto las principales referencias del autor. Pero, más allá de homenajes e influencias, las virtudes del libro se ubican en la invención de un retrato juvenil nada frívolo (opuesto a las líneas narrativas que Rodrigo Fresán y Juan Forn marcaron en la ficción argentina de los 90) y en el esfuerzo con el que Garcés combina un estilo intelectualizante con la pasión, el vértigo y el desconcierto de la postadolescencia porteña. "La frivolidad está literariamente agotada, como tema narrativo no da para más" señala, tal vez para explicar su posición intelectual y el espíritu de su novela; "la razón es muy simple: la frivolidad es la actitud más superficial posible y el lenguaje literario tiende a la profundidad, en la medida en que se ejerce de forma sostenida. En literatura se puede ser frívolo durante, digamos, cien páginas. Luego, o se deja de escribir o uno se vuelve profundo, casi inevitablemente. Imaginemos, si no, una versión de los siete tomos de En busca del tiempo perdido en donde las cosas que sabemos de los frívolos Verdurin fueran las mismas hasta el final, sin profundizar en nada. No sólo es una imposibilidad literaria; es una imposibilidad a secas. Algo así ocurre también a nivel histórico: hemos escrito muchas tonterías durante años; creo que no podríamos seguir aunque quisiéramos".

Esa idea de la "frivolidad literaria" parece un ataque contra ciertos autores...

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