Felipe González / Nuevas fracturas en Iberoamérica

AutorFelipe González

Fuerzas políticas no tradicionales, algunas de nuevo cuño, sustituyen a los partidos conocidos o tradicionales en la alternancia en el poder.

Los analistas, sobre todo en los últimos movimientos, ven contradictorias las tendencias considerando la bonanza relativa de la economía en la mayor parte de la región.

Sin embargo, nada hay más lógico en las reacciones de los ciudadanos que expresan el hartazgo ante las políticas practicadas en los años posteriores a la recuperación de los sistemas democráticos, justo ahora que ven cómo un periodo de crecimiento debería darles oportunidades de participar en la distribución del excedente.

Las políticas posteriores a la crisis de la deuda de los 80 estuvieron inspiradas en el llamado Consenso de Washington, decálogo de filosofía neoliberal con algunos contenidos sensatos, que tendía a garantizar la estabilidad macroeconómica, impulsar la liberalización mediante privatizaciones generalizadas y garantizar la solvencia de los deudores.

Realizadas sobre instituciones relativamente frágiles e ineficientes, las medidas neoliberales disminuyeron la capacidad de generación de capital físico y de creación de capital humano, además de congelar o hacer regresiva la distribución del producto por habitante.

El resultado no podía ser otro que el rechazo generalizado de las poblaciones afectadas, incluyendo el riesgo de la vuelta a políticas populistas de cualquier signo ideológico.

A pesar que se considera la situación actual como una oleada de cambios hacia la izquierda, que se puede prolongar en las confrontaciones electorales del año en curso, no creo que la calificación del fenómeno pueda o deba simplificarse.

A riesgo de ser nuevamente mal entendido, insistiré en que los impulsos progresistas de gobiernos como el brasileño, el chileno o el uruguayo, por citar algunos ejemplos, no son homologables con otros del continente, más confusos en la práctica, independientemente de los discursos que se oyen.

Sí es cierto que los grados de incertidumbre ante los resultados electorales han aumentado, constituyendo una de las fracturas a las que me refiero.

A la incertidumbre sobre quién resultará vencedor en los comicios, propia de todo sistema democrático, se añaden en muchos casos incertidumbres sobre el rumbo de la economía "no solo de la macroeconomía" o sobre la orientación global del país.

El fenómeno no es extraño si se tiene en cuenta esa situación de hartazgo social acumulado en las dos décadas precedentes.

Pero...

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