Un golpe con ¿fortuna? (I)

AutorSilvia Isabel Gámez

LA CAÍDA

OXNARD, California.- A Ricardo Gutiérrez nunca lo agarró la "migra"; lo tumbó el destino.

Ocurrió tres días antes de la Navidad de 2005, después del lonche de mediodía. Con 26 años de edad y un lustro de experiencia en la construcción, este migrante que ha pedido guardar su identidad en el reportaje por temor a que lo secuestren en México o atenten contra sus familiares, trabajaba aquella mañana sobre el techo de madera de una casa de dos pisos, en las colinas casi desérticas de Palmdale.

La empresa Kirk Hyatt Construction no le dio equipo de protección, pero tampoco lo pidió. Un exceso de seguridad lo hizo confiarse.

Nadie sabe por qué fue que cayó, si tropezó o se distrajo. No lo supo su hermano, que trabajaba en el otro extremo del techo, ni el supervisor de la compañía que lo trasladó al Providence Saint Joseph Medical Center, en el Valle de San Fernando.

Tampoco Ricardo pudo explicarlo cuando despertó más de tres semanas después, con el cuerpo paralizado y los ojos fijos en el techo blanco del hospital. Su inmovilidad, le informaron los doctores, se debía a una tetraplejia provocada por la fractura de dos vértebras cervicales.

No volvería a caminar. Su esposa, embarazada de ocho meses cuando se produjo la caída, había dado a luz una niña a la que tendría que contentarse con sólo mirar.

Entre tanta desgracia no pudo imaginar que, dos años después de su accidente, obtendría una de las mayores indemnizaciones laborales que se recuerdan en California, un estado donde los derechos de los trabajadores indocumentados están protegidos por la ley.

MIEDO A LA 'MIGRA'

Las gestiones del bufete Law Offices of Richard L. Francis and Associates lograron que la aseguradora State Compensation Insurance Fund (SCIF) aceptara un arreglo económico por casi 7 millones de dólares en beneficio del mexicano, pero su condición migratoria no ha cambiado; sigue siendo indocumentado.

En la casa de Ricardo, situada junto a un campo de coles, un perico ciego se pasea por la alfombra al fondo de una estancia con paredes cubiertas por fotos enmarcadas de sus dos hijos -un niño de 9 años y la niña de 2-, y cuadros baratos con estampas de flores.

Un par de sofás y un comedor son todo el mobiliario. A la izquierda de la entrada, dos amplias puertas dan acceso a la recámara; a unos pasos se ve la cocina. Lo más lujoso son las televisiones de plasma donde sigue los partidos de su equipo de futbol, el Pachuca.

A los 15 años, Ricardo cruzó la frontera hacia...

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