Gobernar en bicicleta

AutorJesús Silva-Herzog Márquez
Páginas45-72
GOBERNAR EN BICICLETA
Los espíritus puramente lógicos, los dialécti-
cos, son los más dañinos. La existencia es ya
de suyo de lo más ilógico y milagroso. En el en-
granaje silogístico, perfecto y ruin de un abo-
gado ergotista muchas instituciones jugosas y
lozanas se prensan y se destruyen. Líbrennos
los dioses de estos malos bichos teorizantes,
fanáticos, rectilíneos, aniquiladores de la vida.
J
ULIO
T
ORRI
L
A BICICLETA
es un prodigio de la ingeniería. Vehículo de dos
ruedas que hace avanzar quien va montado en él, la bicicleta
es ejemplo también de la insuficiencia del razonamiento téc-
nico. De un manual puede aprenderse el modo de juntar las
piezas que la integran: las ruedas, la cadena, los pedales, el
armazón, el manubrio, el asiento, los frenos. Pero en ningún
instructivo puede aprenderse a andar en ella. En la Enciclo-
pedia Espasa que cita Gabriel Zaid se da una prudente suge-
rencia: “Para montar en bicicleta es preciso no tener miedo,
sujetar el manillar con flexibilidad y mirar al frente y no al
suelo”. El consejo es muy apreciable, pero difícilmente po-
dríamos tener éxito si nos trepamos a la bicicleta con esa
brevísima y única lección. Si queremos aprender a andar en
bicicleta no hay estudio que supere el montarse en ella,
empezar a pedalear y buscar equilibrio en el movimiento. Es
el hábito el que instruye. No hay pericia sin práctica. Sólo
pedaleando puede encontrarse el eje, sólo trepando a la bici-
cleta podemos aprender a navegar con nuestro propio peso.
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Sería una tontería pensar que los buenos ciclistas se forman
leyendo gruesos volúmenes sobre el diseño y la historia de
las bicicletas. La teoría general del ciclismo no es lectura
obligada de los competidores del Tour de Francia. La inteli-
gencia del ciclista está en los músculos; su sabiduría en los
reflejos. Ese mismo argumento esgrime Michael Oakeshott
en contra de lo que llama la “infección” racionalista en la
política. Gobernar es andar en bicicleta. Y para bien gober-
nar hay que combatir la superstición de quienes creen que la
política no es más que la aplicación de una teoría.
Michael Oakeshott nació en 1901. Su padre, funcionario
público, agnóstico y amigo de George Bernard Shaw, le he-
redó una profunda admiración por Montaigne que lo acom-
pañaría siempre. Como el primer ensayista, Oakeshott se
paseó durante su vida de un tema a otro. Redacta olvidables
reflexiones teológicas, escribe un ensayo filosófico sobre la
noción de experiencia, publica diversos estudios sobre
Hobbes, una antología de las doctrinas contemporáneas en
Europa y, en pleno hervidero de la guerra, redacta en coau-
toría un pequeño libro sobre las carreras de caballos. Es un
frívolo, dicen de inmediato sus críticos. Mientras Inglaterra
se desangra, mientras la libertad está amenazada en todo el
mundo, el profesor se dedica a escribir un manual para apos-
tar en el hipódromo. Pero Oakeshott no se rascaba la frente
en la biblioteca. Se había enlistado en el ejército y combatía
a su modo también en sus escritos. Su trabajo sobre el pen-
samiento político contemporáneo es un interesante docu-
mento escrito en el instante de la ideología glorificada. Tal
parece que toda acción debe levantarse en nombre de una
Gran Idea. No hay movimiento que no se escude en una doc-
trina vasta y bien pulida. El oportunismo, escribe en la in-
troducción, ha sido castrado al disfrazarse de principio.
Hemos perdido, lamenta Oakeshott,1la inocencia de Ma-
46 LA IDIOTEZ DE LO PERFECTO
1 The Social and Political Doctrines of Contemporary Europe, Cambridge
University Press, 1939.

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