GLOSAS MARGINALES / Ojeada a una propuesta

AutorEverardo Elizondo

La propuesta de reforma tributaria planteada por los senadores del PRI ha provocado una sabrosa polémica alrededor de un tema de enorme importancia para la economía nacional. Desafortunadamente, como sucede muy a menudo en nuestro medio, el debate ha generado hasta ahora quizá "más calor que luz". Según algunos analistas, ello ha sucedido porque la controversia se ha politizado. Desde luego, no podría ser de otra manera: cuando se trata de tomar y usar recursos del público, el asunto es necesariamente político.

La iniciativa reconoce en alguna parte lo obvio: que las modificaciones impositivas sugeridas "deberán ser acompañadas de profundas reformas en la estructura del gasto público". Por supuesto, así debería ser, pero no sólo en la composición de las erogaciones, sino también en su cuantía total. El texto referido lamenta, con razón, "la opacidad, discrecionalidad y, en no pocos casos, la corrupción" que "afectan de manera creciente el destino... del gasto público". Es imposible no estar de acuerdo con tal opinión, salvo por su relativa modestia. En concordancia, una verdadera "reforma hacendaria" debería empezar (empezar) por un examen exhaustivo de lo que hace el sector público con los recursos que ya dispone. Sin embargo, apegándose a lo formal, la propuesta deja el problema en el dintel de la Cámara de Diputados.

La iniciativa parte del hecho de que la economía mexicana ha tenido una evolución insatisfactoria a lo largo de muchos años. Este enjuiciamiento es incontestable. El documento atribuye el problema a múltiples factores, pero dice que "entre ellos se destaca la debilidad estructural de las finanzas públicas". Para muchos estudiosos del tema, lo anterior se traduce automáticamente en la necesidad de aumentar la carga tributaria. A mi entender, tal argumento es, cuando menos, dudoso. Aun suponiendo que, en efecto, el desarrollo económico nacional haya sido lastrado por "la debilidad estructural de las finanzas públicas", faltaría demostrar que la debilidad mencionada ha consistido en la "insuficiencia del gasto" (y de los ingresos correspondientes), y no en la (palmaria) ineficiencia del mismo.

Nadie sabe cuál es el tamaño óptimo del gobierno en una economía, pero cuando los recursos (pocos o muchos) se desperdician en sostener un aparato gubernamental poco efectivo, se malogran sin equívoco oportunidades de crecimiento, porque los recursos en cuestión se pudieron emplear con provecho en la inversión privada. No hay que olvidar...

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