Gilberto Rincón Gallardo / Un nuevo Papa

AutorGilberto Rincón Gallardo

Pasado este fin de semana, el lunes 18 de abril, tras el término de las ceremonias y ritos funerarios dedicados a Juan Pablo Segundo, da inicio el Cónclave del Colegio Cardenalicio del cual surgirá un nuevo Papa.

Se trata de una decisión relevante no sólo para la estructura de la Iglesia Católica y sus millones de fieles por todo el mundo, sino también para la comunidad internacional en su conjunto, pues el jefe moral y religioso de los católicos es también el jefe de un Estado independiente cuyo peso político y social es singularmente mayor al de su geografía o su visibilidad pública. Así que hablar acerca del nuevo Papa no es invadir una esfera religiosa excluyente, sino argumentar sobre temas comunes que afectan a creyentes y no creyentes por igual.

La gran popularidad del Papa fallecido abre una expectativa de continuidad que, sin duda, pesará mucho en este proceso de selección cupular. Será difícil justificar un gran golpe de timón en la conducción de los asuntos del catolicismo cuando este papado ha sido enormemente eficaz en la transmisión social de su mensaje, en el disciplinamiento de sus múltiples formas de organización e interpretaciones del hecho y compromiso religiosos y en su capacidad de interlocución con los poderes fácticos del mundo. Juan Pablo Segundo ha dejado una estela de nueva espiritualidad, de reencantamiento religioso, que sin duda pesará mucho a la hora de elegir a su sucesor.

Pero los ritmos de la Iglesia no son ajenos a los equilibrios y los vaivenes del mundo secular. Algunos de los problemas que dieron sentido a este ejercicio papal han desaparecido y muchos otros problemas han permanecido o surgido, y esta constatación puede convocar a un nuevo modelo de gestión papal. El comunismo, como régimen viable y significativo, ha desaparecido. Quedan Cuba y Corea del Norte como regímenes testimoniales más del pasado que del futuro. Así que una lucha ideológica como la que mantuvo el Papa, y que en mucho contribuyó a la caída de los regímenes comunistas, ya no resulta necesaria.

Sí se mantiene, sin embargo, la necesidad de apuntalar un punto de vista socialcristiano, es decir, una ideología acerca de la libertad y el bienestar social fundada en los valores del catolicismo en el marco de las sociedades democráticas. Este trabajo de construcción ideológica sí estuvo presente en las prioridades de Juan Pablo Segundo, pero fue poco visible y escasamente apreciado porque el grueso del discurso social de la Iglesia en la...

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