Germán Martínez Cázares / ¿Votar persona o partido?

AutorGermán Martínez Cázares

¿Qué es lo mejor, votar por una persona o por un partido? ¿Los hombres rescatan de las cloacas a los partidos? ¿La "decencia" de José Antonio Meade limpia al PRI y exorciza a Rubén Moreira? ¿Anaya consolida al Frente? ¿Por qué están mudos los gobernadores azules ante el reclamo presupuestario del gobernador de Chihuahua? ¿El michoacano Silvano Aureoles juega con Meade? ¿El PAN abrazará al sucio alcalde perredista potosino, Ricardo Gallardo, para reelegirlo? ¿La desfachatez de Fausto Vallejo para buscar la presidencia de Morelia alcanzará al partido socio de Morena? Y por si fuera poca boñiga, ¿algunas firmas de los candidatos independientes se consiguieron con trampas y delitos? ¿Qué pasa? ¿Dónde está nuestro horizonte político? "Padecemos penuria del espíritu", escribió el novelista Martín Luis Guzmán, con asombrosa actualidad en 1915, en su primer libro La querella de México; quizá en ese texto encontremos respuesta a nuestra pregunta: ¿en quién depositar los destinos patrios?, ¿confiar en un individuo o preferir una institución?

Nuestras contiendas políticas son interminables, se quejaba desde hace un siglo el autor de El águila y la serpiente. Si la precampaña ha demostrado algo es precisamente nuestra incapacidad para construir un punto de apoyo real y duradero, confundimos ideas, valores, intereses, afectos. Fingir, simular, ocultar, son los verbos preferidos de una competencia con una meta en las sillas de gobierno, pero no en los mandatos con compromisos.

Creemos -decía el novelista chihuahuense en un pasaje luminoso, por profético, de su texto redactado en el exilio desde España- que es lo mismo un abogado que un humanista, un cirujano que un biólogo, un boticario que un químico. "Nos atrapa la sistemática improvisación", la creencia de que lo más enmarañado puede aprenderse en un día y enseñarse en el siguiente. Por eso inventamos candidatos de la noche a la mañana, y cuando gobiernan nos arrepentimos, despertamos desilusionados, fueron simples castillos en el aire donde reina la mentira y se venera la adulación.

Por ejemplo, en estos días, estamos preocupados por la injerencia rusa (¡muy bien!, ¡debemos cuidar con celo nuestra soberanía!), pero ¿acaso ya olvidamos a Luis Videgaray y al propio presidente Peña, cuando...

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