Germán Dehesa/ La iluminación

AutorGermán Dehesa

Pocos fastos navideños tuve yo en mi infancia. Uno de ellos era el de ir al Centro a ver la iluminación. Desde aquella perspectiva infantil las viejas calles de México eran una misteriosa fiesta. Durante lo que se puede llamar mi período azul, mi papá no tenía automóvil y entonces era cosa de ir a pie y trotar alegremente del Zócalo a la Alameda. También podíamos esperar la invitación de algún pariente motorizado y ese moroso viaje en automóvil era un desmedido lujo. Yo no veo por qué ahora no podemos llevar a nuestros hijos o nietos (o subnieto, como es mi caso) a que conozcan el iluminado ombligo de su país, o de su ciudad. Si para algo sirve la Navidad es para ver la iluminación. En caso de que no quieran ir al Centro, un abrazo profundo también ayuda a iluminarlo todo.

Se barrió la desta. Por el respeto inmenso que le tengo a la señora potosina, me recato muchas veces de relatar mis dramas urbanos. No hablo, por ejemplo, de mi fragorosa relación con ese pringoso y omnisapiente chalán conocido como "El Pulpo". Si ahora lo hago es porque la situación ha llegado a límites intolerables. Yo entiendo que en toda casa se descompone esto o aquello y que hay que repararlo. Ya no me suena tan natural que en una casa (la mía, que es la de ustedes si me ayudan a torear el predial) ¡siempre! esté descompuesto algo. Desde hace, por lo menos, tres meses, "El Pulpo" está instalado en mi hogar con su escalera de caballete, su tambache de herramientas, su bigotito ralo, su playera de rayas toda balaceada y un indescifrable chiflidito que podría ser Mahler o el Bucky. Su capacidad de diagnóstico es fulminante y ominosa. Dice cosas terribles del tipo de "eso ya dio de sí" y mejor que lo arregle orita porque luego le sale en una millonada. Cuando le conté el pavoroso drama del coche que me dejó tirado en Querétaro, hizo un diagnóstico a larga distancia y, para regocijo de Javier Solórzano, dijo: es el béndix, ¿y saben qué?: ¡era el béndix! Este lunes por la mañana tuvimos una audiencia durísima. En toda casa hay un baño y existe "el otro baño". Maestro, le dije, no sé si se acuerda que hace más de un mes le pedí que arreglara la llave del lavabo del otro baño que estaba goteando y sigue goteando. Pusí. ¿Pues sí qué? Pus que sigue gotiando. ¿No le dije que le cambiara el empaque? Pusí. ¡¿YYY...

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