Gerardo Laveaga/ Responsabilidad y convicción

AutorGerardo Laveaga

A sus 66 años, Mariano Azuela Güitrón, presidente de la Suprema Corte de Justicia a partir del día de ayer, no sólo es el mejor orador de nuestro Máximo Tribunal y el ministro que más asuntos desahoga al mes. Es, también, el más complejo e interesante de los once. Si Max Weber le hubiera conocido, habría tenido que revisar los términos de los que echó mano para explicar la diferencia entre los hombres públicos que se guían por sus convicciones y aquellos que prefieren conducirse a partir de la responsabilidad que se les encomienda. Y es que, pocos como Mariano Azuela, viven a diario esa lucha entre lo que deben hacer, según sus principios más íntimos, y lo que se espera de ellos.

Para confirmar lo anterior, bastaría revisar sus votos en el caso de la "Ley Robles", que sacudió a la opinión pública a principios de 2002: Azuela apoyó la constitucionalidad del precepto que establecía que una mujer podía interrumpir el embarazo cuando el producto venía con malformaciones, pero consideró inconstitucional el que señalaba que podría hacer lo mismo en caso de violación. Y cada una de estas posturas estuvo impecablemente sustentada desde el punto de vista jurídico.

Para descifrar al nuevo presidente de la Suprema Corte, habría que entender la profunda fe religiosa que llenó su niñez y juventud. El niño que dejaba de comer dulces en la cuaresma para ofrecer un sacrificio a Dios, el fervoroso adolescente que, para ganar almas, presidía la Liga Misional de Estudiantes Mexicanos o el joven que, en 1960, se recibió en la Facultad de Derecho de la UNAM con la tesis Los grandes temas del Derecho y del Estado a la luz de la doctrina pontificia contemporánea, se convirtió en secretario de estudio y cuenta, presidente del Tribunal Fiscal de la Federación y, desde 1983, en ministro de la Suprema Corte.

En cada uno de estos cargos, invariablemente se preguntó: ¿Cómo conciliar los preceptos de la fe con la justicia positiva? Por asombroso que parezca, lo consiguió. A veces, cierto, a costa de un sentimiento de culpa, de muchas dudas... Cuando, hace ya años, se pronunció para cesar a un magnífico juez que había aceptado un encargo remunerado en una oficina ajena al Poder Judicial -conducta prohibida en el artículo 101 de nuestra Constitución-, no se sintió tranquilo hasta que él mismo obtuvo otro empleo para aquel ex juez.

Para facilitar esta lucha, Azuela está dotado de dos virtudes escasísimas en el medio público: es un amante del diálogo y sabe reconocer sus...

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