Gerardo de la Concha/ Mata Hari

AutorGerardo de la Concha

Nunca es una tarde aburrida si visito en su librería a mi amigo el viejo anarquista Víctor García Colín, una de las leyendas en el gremio. Siempre me llevo alguna joya libresca perdida en alguno de sus anaqueles polvosos. Así me he hecho de la colección completa de Merejkovski, el escritor ruso que trata del paganismo hasta las historias trágicas de los zares, o primeras ediciones de Lafcadio Hearne, o libros raros decimonónicos como el Ensayo de un estudio comparativo entre las pirámides egipcias y mexicanas, de Antonio García Cubas, una exquisitez bibliofílica.

La otra tarde recuperé en el local de Víctor un ejemplar de El misterio de la vida y la muerte de Mata Hari, escrito por Enrique Gómez Carrillo y publicado en Madrid en 1920, a sólo tres años del fusilamiento de la más famosa espía de la historia moderna.

Al contrario de otros, como Vargas Vila o Amado Nervo, quienes fueron muy leídos y hoy huelen a naftalina, el guatemalteco Gómez Carrillo permanece fresco y ameno. Contemporáneo de Rubén Darío, reveló a su generación el París dorado, el que era posible imaginarlo con gatos negros en los tejados maullando a la Luna, escondidos del resplandor de los cabarets y los bulevares luminosos donde al amanecer se desvanecían melancólicos los Pierrots de las farsas finalmente desoladas.

Los textos prolíficos de Gómez Carrillo pasan la prueba del tiempo, sin que debamos considerarlo un genio. Los retratos de sus contemporáneos, de Wilde a Huysmans, crearon una escuela en la cual sería maestro destacado Ramón Gómez de la Serna. Su libro sobre Mata Hari es quizás uno de los mejores suyos. Lo escribió para defenderse del chisme de haber sido el delator de la célebre bailarina. Se decía que era su último amante y la había traicionado por una considerable suma de dinero, entregándola en la frontera española a la gendarmería francesa. Una calumnia patente. En realidad, Gómez Carrillo nunca pasó de ser un simple pretendiente; para aspirar a ser un amante constante de Mata Hari, cotizada muy cara, se requería ser diplomático, príncipe, junior o general; estaba lejos de los bolsillos de un escritor más bohemio que snob, más pobretón que dandy.

Mata Hari, de verdadero nombre Margarita Gertrudis Zelle, provenía de una buena familia holandesa asentada en la isla de Java. El origen de su destino, tanto lo que tuvo de fortuna como de desgracia, está en un mal matrimonio con un palurdo oficial escocés, un acomplejado lleno de celos patológicos, quien llegó a...

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