Genio y Figura/ Optimismo = Salud

AutorGaby Vargas

Primera de dos. Siento un nudo en la garganta, parece que tengo mariposas en el estómago, haz de cuenta que traigo una piedra sobre la espalda... Estas son algunas formas en las que verbalizamos los sentimientos y, de hecho, así es como impactan nuestra salud.

Investigaciones recientes demuestran que los sentimientos y los estados mentales, negativos o positivos, provocan reacciones químicas en nuestro cuerpo que pueden reprimir o reforzar el sistema inmunológico alternativamente.

Piense en el éxtasis que vivimos al estar enamorados, en la enorme tristeza que sentimos en un funeral o la alegría que experimentamos en una boda. Estas emociones se traducen en sentimientos, que a su vez provocan que los mecanismos de defensa rejuvenezcan o envejezcan.

¿Sabía que el sistema inmunológico enfrenta al 85 por ciento de las enfermedades? ¿Que los pacientes con Sida tienen niveles más altos de resistencia si asumen su realidad con fortaleza y optimismo? ¿Y que no es el pensamiento en sí lo que afecta este sistema, sino las emociones, reales o irreales, que generamos? Si soy una persona que siempre tiene una visión negativa de la vida, que vive peleada con el mundo, que se imagina el peor escenario en todos los casos, es probable que me enferme más que aquella persona que, a pesar de tener una vida difícil, trata de buscar el lado positivo. No sólo eso, también nuestros pensamientos, nuestros estados de ánimo y la manera cómo nos relacionamos con los demás afectan los mecanismos de defensa y recuperación.

La buena noticia es que hay herramientas para compensar esto y crear un bienestar mental. Dentro de la medicina se ha creado un área de investigación con el difícil nombre de psiconeuroinmunología; en corto, PNI.

La PNI demuestra que cuerpo y mente se relacionan e interactúan y que las actitudes y emociones positivas como amor, entrega, esperanza, alegría, risa y humor, desencadenan reacciones químicas que nos protegen de las enfermedades. Mientras que el odio, la desesperanza, el pesimismo, la indiferencia, la depresión y la soledad (o sea, los que son miembros del club de la lágrima perpetua), bloquean las defensas naturales.

Como el cerebro no sabe distinguir entre una experiencia real o imaginada, no es necesario esperar a vivir sólo experiencias positivas para que se acumulen los buenos resultados.

Tampoco significa que tenemos que evitar expresar o sentir emociones negativas; lo que necesitamos es encontrar formas de canalizar esas emociones. Si...

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