Genio y Figura / Comer sin parar

AutorGaby Vargas

Voy al salón a cortarme el pelo y, al ver el resultado, no lo puedo creer... ¡está horrible! Me deprimo. "¡Vamos a emborracharnos con churros y chocolate!", le digo a mi mamá cuando pasa por mí. Ella se ríe mucho... No se imagina que lo digo muy en serio.

Siempre que tengo un problema, busco qué comer. Cuando me siento estresada, sola, dolida, triste, enojada o incluso feliz, voy a la despensa, al refrigerador, para ver qué encuentro. Puedo empezar con un chocolate, y no paro hasta que se acaba la caja. Poco a poco los atracones se vuelven cotidianos. A escondidas me puedo acabar una bolsa de papas, de pan, o lo que sea, aunque no me guste, hasta lograr saciarme. Claro está, borro todas las huellas que me puedan delatar. Como hasta en el baño, y les he robado dulces a mis hijos, lo cual me llena de culpa.

Poco a poco empiezo a engordar. De 60 kilos que pesaba, ahora peso 90. Mi esposo es muy delgado. "No entiendo cómo no puedes dejar de comer", me dice a cada rato. Me siento fea, me irrito por todo y estoy muy deprimida. Pienso que no me falta nada, tengo salud, una pareja estable y unos hijos preciosos, lo cual me hace sentir peor. Hago dietas, recurro a la liposucción, a la homeopatía, a yoga, a la nutrióloga, a todo tipo de tés, pero nada puede parar mi proceso de engorda.

Mi autoestima está por el suelo. Además, me muevo en un medio en el que ser gorda está mal visto. Cuando acompaño a mi marido a las reuniones del trabajo, veo a las otras esposas divinas, y yo digamos que no me visto, más bien busco tapar con cierta dignidad mis lonjas. Siento vergüenza de mi cuerpo.

"¿Por qué estás tan gorda?", "¿por qué tienes esa panzota?", me dicen mis dos hijos pequeños al compararme con otras mamás del kínder. Me quiero morir... siento que me arrastro por la vida.

Por supuesto, empiezan a aparecer los problemas de salud, asma, várices, trastornos intestinales, pero prefiero todo esto antes que dejar de comer. El día que murió mi mamá no lloré, sólo pasé al súper y me comí 18 alfajores. Me doy cuenta que no sé cómo conectarme con la vida, ni con las emociones, ni con el dolor. La idea del suicidio empieza a rondarme. ¡Carajo! ¡Para qué estoy viviendo, si me la paso sentada frente a la tele sin ver a mis hijos! Estoy muerta en vida... Toco fondo y así seguiría, pero una amiga me invita a un grupo de autoayuda y encuentro mi salvación.

A muchos nos pasa

Creo que todos hemos experimentado alguna vez esa imperiosa necesidad de llenar un hueco (a nivel...

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