Gaceta del Angel/ ¡Basta de mordidas!

AutorGermán Dehesa

Para decirlo beisbolísticamente, ya estamos a tres outs de la victoria. Un, dos, tres por los dioses y todos sus compañeros. El lunes se reanudan las clases, el caos volverá a las vías rápidas, pero la paz descenderá sobre nosotros como fervorín (fervorón) de Norberto Rivera. En estos últimos días, la tensión ya es como de sitio de Estalingrado. Agotados los cursos de verano, terminados los campamentos y los seminarios de karate y buceo, el cártel de los minirranas lanza su ofensiva final.

En la mañana, no se quieren despertar. Por fin se levantan y exigen desayunar un pelón pelo-rico. Salen al patio a hacer puras iniquidades. Comen galletas Ritz sopeadas en Gatorade (les digo que son unos cochinos) y, por la tarde, manifiestan belicosamente su deseo de ver "Schrek" por quincuagésima vez, o por asistir a Six Flags con la noble intención de contemplar cómo a sus madres se les jaspea el cutis en verde y amarillo por el brutal mareo que experimentan. Por cierto, me comentan que el Tren Ligero ya fue concesionado a este parque de diversiones para que ¡sigan las emociones, amiguitos!. El final de la jornada no es menos arduo. Los moconetes ya huelen a tornillo, pero hay que ofrecerles, por lo menos, una concesión satelital para que accedan a bañarse en una tina cuyas aguas quedarán como del balneario Bahía, o como chocolate Abuelita. Terminada la lustral ceremonia, exigen cenar espaghetti con mermelada mientras ven en la tele las horripilantes caricaturas de la vaca y el pollito que son, hagan de cuenta, Manuel Andrade y Roberto Madrazo. Llegada la alta noche, el mismo fervor que invirtieron para no querer levantarse, ahora lo invierten en no querer acostarse. La Hillary está tomando un complemento vitamínico y usa el reglamentario chaleco antibalas, pero ni así consigue salir indemne de estas rudísimas jornadas. Ya tiene osteoporosis en el cerebro.

Está, además, lo del diente. Al comienzo de las vacaciones, el ex-Bucles anunció que ya se le había aflojado. Una cuidadosa inspección y una evaluación del PUMA confirmaron este diagnóstico empírico. Semanas han ido, semanas han venido y el diente de leche no acaba de ceder (ha de ser de leche Betty). Conforme han pasado los días, el frutito de mis entrañas ha ido enriqueciendo la lista de solicitudes que, llegado el momento, tendrá que cumplir el ratón Pérez (personaje particularmente idiota) a cambio de su piececita dental.

Como es sabido, la vida es inescrutable y, según Rubén Blades, te da...

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