Gaceta del Ángel / Sin escape

AutorGermán Dehesa

(Para L. R.)

Ya hemos llegado a ese punto navideño del no retorno. Para donde uno voltee hay motivos navideños con bellacos santacloses y depravados renos. Los niños ya también se han salido de control y corren (¿por qué los niños no paran de correr?) en todas direcciones. Todo lo dejan pringoso, hacen un escándalo intolerable y se la pasan pensando con qué nuevo juguete van ahora a esquilmar a sus pobres padres que, todavía no lo saben, pero a más tardar mañana tendrán que estar comprando la consola turbomixer B-III so pena de que el mocoso amenace con abandonar la casa (magnífica idea que debería ser aprovechada de inmediato) y con publicar a los cuatro vientos que en su casa Santaclós es un viejo codo, borracho de clóset y muerto de hambre que no le da regalo a nadie. No conozco todavía, además de mí, a un padre que se arriesgue a ser calificado por su hijo de un modo tan cruel.

El espectáculo que ofrecen los centros comerciales es dantesco, aunque yo no lo he visto directamente, pero tengo a un batallón de amigas corresponsales que me informan de todo lo que ocurre mientras ellas, con motivo de los días santos, compran una lencería que a Niurka le daría pena ponerse. Desde una vista panorámica, los centros comerciales parecen canchas de futbol americano. Con esa misma enjundia se avientan las morsas sobre las ofertas, sus rivales vuelan por los aires, el árbitro ya huyó; la señora que compró el último trineo inflable es correteada por todas las otras loras que están dispuestas a dar la vida con tal de que la otra no llegue a la caja. Aquí reaparecen los niños: ¿quién les dijo a las señoras que era apropiado llevar a los escuincles al centro comercial?. Como una ley fatal, los niños se pierden, de preferencia los hijos de la vecina que nos lo subarrendó con la condición de que no les quitáramos el ojo de encima. En este punto sería un enorme acto de coherencia y beneficio social decir: se perdió Jonathancito, pues ni modo; ya de adulto, regresará. Nadie se atreve a hacer eso y así, además de las alucinadas compradoras, vagan por el centro comercial...

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