La Gaceta del Charro / ¡Qué desbarajuste!

AutorGermán Dehesa

Los ciudadanos por aquí, condenados, a veces gozosamente, a la realidad; los políticos por allá, en su mundo raro y sin más horizonte que julio de 2006. Entre unos y otros supuestamente tendrían que estar "los medios", pero lo cierto es que, para fines prácticos, no hay nadie. Todos los políticos hablan de su lucha frontal contra la corrupción y la impunidad; todos los ciudadanos, con mayor o menor daño, resentimos la presencia de estos dos horrores que ya parecen consustanciales a nuestra condición. Doy algunos ejemplos, porque al final de cuentas, entiendo que mi tarea no es necesariamente ser simpático, sino servirle de algo a mi comunidad. Voy.

Hace poco tiempo, cuando realicé mi viaje a Cancún en la no deseada compañía de la niña Urgandita (¿no han visto "La guerra de los mundos" de H. G. Wells en versión de Spielberg?. Me parece una película bastante fallida y escasa de neurona, pero con la ventaja de que ahí aparece una méndiga niña tilica y güerita que podría ser prima de Urgandita: la babosa no para de chillar como ambulancia desde que ve a su papá y hasta que los marcianos se desploman, víctimas de unos tacos de suadero). El caso es que fui a Cancún y no pude dar mi plática en óptimas condiciones porque hubo una manifestación. De modo bastante tonto y superficial yo me quejé de tal arrebato cívico y creo que todo lo leí mal. Para mi ventura, apareció el Dr. Mascareñas, apreciable académico, y me explicó cómo está el delicadísimo asunto del tráfico y la explotación sexual de menores ahí en Cancún. Según las pruebas que contemplé, la casa-hogar "Mi Casita" no es el centro de ese tráfico, sino que ahí reciben a los niños que son víctimas de él. Antes de que yo llegara, de muchos lugares del País llegaron personas honorables a pedirle cuentas a las autoridades y a las cabezas más notorias de esta sordidez. La respuesta fue, yo vi el video, la represión de toda esta gente por parte de la policía local, el encarcelamiento ilegal de un buen número de ellos, el confinamiento, la tortura y un estúpido perdón que nadie solicitó...

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