La Gaceta del Charro / Una voce poco fa

AutorGermán Dehesa

¿Cantas bien o cantas mal? No sé qué pertinencia tendrá en el vasto mundo esta pregunta, pero me consta que aquí en México y, desde un punto de vista social, es un asunto de vida o muerte. Tu conducta en la convivencia con tu prójimo, tu talante espiritual, tu ánimo y tu desempeño con el sexo opuesto dependen en gran medida de tus capacidades para el trino y el gorjeo. Entre nosotros los meshicas, éste es un asunto fundamental y puede moldear tu destino y encaminarte a la catástrofe. "México canta y vive en sus canciones" se llamaba un programa de radio de mi ya lontana infancia. El nombre de ese programa enunciaba una verdad central y la mejor prueba de ello era su amplísima audiencia que llegaba al paroxismo cuando, al final de la semana, se enfrentaban en un parejero y cantarino duelo Jorge Negrete y Pedro Infante. Mi nana y yo no cesábamos de votar por Pedro Infante. Cuando llegaba el cuentón de teléfono, yo negociaba con mi padre y él entendía perfectamente que se trataba de una causa patriótica. Mi zotaca hermana y su Minicharro Negro formábamos un dueto que, según nosotros, tenía todo el futuro del mundo. Pocos dramas y traumas infantiles tan terribles como el que vivimos en ese momento en que las autoridades domésticas nos negaron tajantemente el permiso para presentarnos en "Estrellas Infantiles Toficos" a cantar una exquisita pieza llamada "El Pichirilo". Ahí concluyó antes de empezar nuestra carrera como cantantes populares. The Pichirilo's affaire provocó que yo, en venganza contra la autoridad, me convirtiera en columnista y que mi hermana, siempre coherente, se especializara en transtornos del hígado.

Un mexicano que canta mal es percibido como mexicano light, aunque nadie se lo diga abiertamente. En cambio, los que cantan bonito se convierten por el hecho mismo en la alegría perenne de sus hogares, la fascinación de trenzonas y petaconas, la envidia feroz de los desentonados y en el maravillado pasmo de la sociedad azteca (si además tocan la guitarra, los daños pueden ser mucho más graves).

Que nadie intente rebatir mis planteamientos. No estoy hablando a la trompa talega (expresión mística), ni a lo buey (expresión agrícola). No. Lo que estoy haciendo es abrir mi corazón para que el curioso lector contemple los abismos de aflicción que se abren...

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