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GACETA DEL CHARRO / Vibración de cocuyos

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Vincent
AutorGermán Dehesa

Hay veces en que la felicidad se simplifica grandemente. Tal es mi actual caso: estoy en mi tierra (y en mi mar) Veracruz, me acompañan Canito, mi hijo el más garrido y Vitico, Califa de Tlacotalpan y caballero digno de toda alabanza, a pesar de sus veleidades priistas; acabamos de ver el juego de los Pumas que terminó con una inobjetable victoria de nuestras huestes sobre el estupefacto Morelia. Como verán, amados lectores, la felicidad me asedia.

¿Y qué haces tú en Veracruz? Responderé lo más brevemente posible. Yo tengo un amigo conocido como El Benemérito que es especialista en encaminar almas. Él y sólo él se encargó, allá en la Capital, de alborotar a los que Monsiváis llama "los indios remisos" y de avisarnos que en el Puerto de Veracruz era inminente la inauguración de una cantina llamada "La República"; nada más faltaba que no estuviéramos presentes los veracruzanos distinguidos que infestamos la Capital. Se organizaron tumultuosas peregrinaciones en busca del chupe republicano, pero como los aztecas somos calientes de nacencia, muchos de los que se manifestaron aquiescentes al viaje, a lora de lora, salieron con que siempre no. El caso es que la expedición se redujo a tres: el gran Vitico, el "pronto" de Canito y su augusto padre que es quien menea esta péndola.

La inauguración resultó tumultuosa y muy exitosa, aunque yo pensaba en que si el ingreso promedio del lugar iba a ser como el consumo que hicimos su padre ¡y Canito!, la quiebra está a la vuelta de la esquina.

La noche en Veracruz, esta noche en particular, cobijó nuestro retorno al muy recomendable hotel Villa Florida. Era una noche tibia, pero no callada; de cualquier manera, nos resultó grata y confortable, como un poema de Lara que lloviera sobre las espaldas de estos dos capitalinos cansados y muy deteriorados por la TC (tensión calderonista); de veras que no podemos dejarlo sólo un...

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