La Gaceta del Charro / Tres camafeos

AutorGermán Dehesa

Supongamos que pudiese yo allegarme los servicios de un maravilloso retratista, uno de ésos que no tan sólo dominan las técnicas pictóricas, sino que tienen una gran sabiduría para atisbar todo el mundo interior que un rostro, aunque sea el de un político, revela. Imaginemos que le encargo la tarea de pintarme los retratos del rostro de los tres más viables candidatos para la contienda presidencial de 2006. Con enorme minuciosidad, el retratista trabaja y, para su sorpresa, encuentra que sus modelos se manifiestan dóciles y dispuestísimos a ser retratados. Nada le gusta más a un político que mirarse. Recordemos a aquella aristocracia que tan gustosamente posó para Francisco de Goya, aunque nunca imaginó que sus retratos terminarían mostrándonos a una galería de imbéciles, corruptos, contrahechos del alma y humanamente limítrofes. ¡Es mi vivo retrato!, dirían con inexplicable satisfacción aquellos modelos goyescos. Supongo que eso dirían los modelos de ahora al contemplar su retrato terminado. En la virtual posibilidad de que pudiera ver esas obras, ¿qué diría?

Santiago Creel: he aquí la imagen de un ciudadano venido moralmente a menos. Su rostro y su gesto siguen siendo amables, pero algo se percibe que parece decirnos que esa amabilidad ya no fluye desde su alma, sino que es una máscara colocada desde fuera. El poder ha ejercido sobre ese rostro su acción corrosiva. Las concesiones a Televisa son un escándalo moral, pero también un aviso de estupidez. Parecería el caso de algún delincuente que en el fondo desea ser castigado y por eso deja indicios claros de su delito. Además, ese rostro revela una gradual rendición a la frivolidad, a las negociaciones ruinosas, a la incapacidad de entrarle con energía y con claridad a los problemas que simplemente desactivó, pero que jamás resolvió. Ese rostro avisa que tiene capacidad para posponer, pero no para resolver. Es el rostro de un ser moralmente arruinado.

Roberto Madrazo: Un pulcro truhán. El cuidadísimo bigote de cualquier villano del cine nacional en los años cuarenta. La mirada absolutamente refractaria que no muestra su juego, ni permite el paso de nadie. Tensa la juntura de las mandíbulas como esperando dar o recibir algún ataque de la bruja Gordillo, su alucinación de cabecera. Algo hay en sus labios que intentan dibujar una...

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