Gaceta del Charro / Rafael

AutorGermán Dehesa

Tú eres mi gallo para la Presidencia de la República, me decía Rafael Ruiz Harrell mientras me pasaba el considerable brazo por los hombros. Estás loco, Rafael, yo en el primer día acabo con la institución. No seas terco, Germán, el pueblo te requiere.

Esta exótica conversación tenía lugar en lo que a mí me pareció una casa de ensueño. Era pequeña, moderna, con todos los servicios y toda ella con amplísimos ventanales que daban a la selva morelense. Desde que llegamos, a mí me recordó ese galeón que aparece en "Cien Años de Soledad" varado en la selva y cubierto de orquídeas. La casa de Ruiz Harrell era también un navío estacionado en la manigua. Era literalmente una casa perdida, perdida y hermosa. Entiendo que Rafael saliera tan poco. Por ahí, lo más fácil es perderse. En el caso de la visita que les reseño, Rafael nos tuvo que proporcionar a todos los expedicionarios unas memorables instrucciones escritas de su puño y letra con las que logró que nadie se perdiera y que todos llegáramos a la primera. Esto para México es un verdadero milagro y si se trata de un viaje al Estado de Morelos, entonces ya se transforma en prodigio celestial. Los que asistimos a ese ágape éramos una docena de capitalinos pensantes que es una de las etnias más nocivas y estorbosas que tiene el Anáhuac. Fuera del asfalto somos crecidamente babosos y altamente peligrosos en una carretera. Esto redobla el valor del milagro que operó Ruiz Harrell. Ahí estábamos todos, tomando caipirinhas preparadas por Bea, la maravillosa compañera de Rafael y ahí en pleno ambiente tropical, decidimos los destinos de la nación y nos divertimos como locos.

En algún momento de esta reunión, Rafael me llevó aparte para mostrarme su estudio, su biblioteca, sus habitaciones, su manera de vivir. Todo era de madera y denotaba sobriedad y buen gusto. Recuerdo que Rafael y yo hablamos largo y, aunque nuestro tema de conversación ya lo olvidé, lo que no olvido es la cercanía y la sonriente calidez con la que se expresaba Rafael. Era difícil creer que ese era el Ruiz Harrell que periódicamente ponía en su lugar a las autoridades...

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