Gaceta del Charro / La pinta

AutorGermán Dehesa

"¡Vámonos de pinta!". En mis lejanísimos años infantiles, esta expresión depositada en mi sensible oído era como una solicitud de Satanás. Por definición, yo era un buen niño, un buen estudiante y un muchachito que jamás pondría en peligro la beca que, con tantas dificultades, la SEP me otorgó para que estudiara yo con los hermanos maristas y dejara de poner en peligro la bendita salvación de mi alma por andar estudiando en una herética y despreciable "escuela de gobierno" que, amén de los peligros incontables que representaba para mi tierno espíritu, ponía en grave entredicho nuestra condición de "gente decente" y de posibilidades.

Así fue como vine a dar al Instituto México con el que, a fuer de ser honestos, tengo deudas impagables, pero tengo también saldos a mi favor que aquí siguen en la contraloría de mi espíritu. Quizá lo más grave sea lo que ahora intentaré formular: yo creo que entre mis parientes y mis maestros me crearon la sensación de que yo no era realmente un niño, sino una larva de adulto que tenía que asumir toda la seriedad y todas las responsabilidades de un señor grande de oficio contador, casado con mujer considerable y con nueve hijos. Un señor así no se iba de pinta. Cuando mis amigos que sí pagaban la colegiatura lo hacían y se iban a donde su ombligo los llevara, su Charrito Negrito permanecía en la escuela en clase de biología aprendiendo lo que eran los canales eferentes.

Comprenderás, lectora lector querido, que esto deja una herida sin suturar. Entenderás también a la perfección por qué, cuando el domingo el Señor Víctor Mahbub nos dijo a mí y al Bucles que deberíamos visitar un lugar llamado "La Cantera" que es el cuartel general del equipo Pumas y que deberíamos hacerlo cualquier día de la semana, por la mañana, de lunes a viernes, ambos nos miramos y Andrés dijo por lo bajo: tengo escuela y yo dije: tengo trabajo, nos contemplamos con enorme tristeza; pasaron unos segundos y desde el fondo de mi alma, surgió un alarido ¡chiiiiingsumá!, nos vamos a ir de pinta mi estimado Bucles. ¿Y mi mamá?, preguntó el pequeño; tú mamá no; ya sé, pero ¿qué le decimos?; que nos vamos a ir de pinta...

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