GACETA DEL CHARRO / No son horas

AutorGermán Dehesa

En verdad, ya no está uno para estas cosas. Yo, que he logrado convertirme en un anciano maniático, resiento mucho que me hablen por teléfono las altas autoridades de este exitoso diario y me anuncien que el artículo que será publicado el 1 de enero de 2010, deberá entregarse antes de las 12 del día de este jueves 31 de diciembre. Diría Bécquer: "Cuando me lo contaron sentí el frío/ de una hoja de acero en las entrañas...". Como lo oyen. Y es que no son modos. Yo necesito que en mis espaldas se deposite el imperceptible polvo de cada día, para poder sentarme y comenzar a escribir entre las cinco y seis de la tarde. A veces pienso que si mi hora de entrega tuviera como límite las tres de la mañana, otro gallo más afinado y con mejor pico me cantara. Entiendo que no puede ser así, pero esto de que me digan que mi hora límite son las 12 del día, me parte por el centro a mi santa jefecita, me pulveriza el espíritu, me daña severamente la sinapsis cerebral y me produce síntomas como de AH1N1 (la expresión favorita de la Gordillo que, hasta la fecha, jamás la ha podido pronunciar de corridito).

Y si por lo menos hubiera alguna noticia fuerte y descacharrante que pudiera uno comunicar ("Jerarca mexicano ametralla a sus monaguillos y contrae nupcias con el campanero") el asunto sería mucho más llevadero; pero resulta que no hay tal. Los políticos nadan y se broncean en alguna playa (particular, por supuesto), los ricotes surcan alegres los mares (particulares, por supuesto) a bordo de sus enormes yates, la clase media está amontonada y apeñuscada en Acapulco, Puerto Vallarta y Cozumel. Ninguno de los mencionados ha hecho algo para ser noticia. Los que no descansan son los narcos que, día tras día y sin fallar ninguno, le ofrecen a la aterrada sociedad su acostumbrada cuota de ejecutados, descabezados...

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