GACETA DEL CHARRO / Jueves de plaza

AutorGermán Dehesa

MONTIEL: Hoy fui a comer a rumboso restorán en compañía de la madre de la criatura nombrada Bucles. El restorán se hallaba bien nutrido de parroquianos muchos de los cuales se acercaron a hacerme plática. Cada uno de ellos tenía algo que decirme, o una historia que contarme y en esta ocasión ¡ozono, ozono en las alturas! ninguno tenía nada que reclamarme. Lo que llamó poderosamente mi atención no menos poderosa fue la reiteración de dos nombres: ARTURO MONTIEL y Mario Marín. No saben el gusto enorme que me da saber que, mucho o poco, he contribuido a que la imagen de estos dos rateros se quede grabada en la mente de los ciudadanos de este país. Nadie abogó a favor de ellos; por el contrario, me dijeron que estaba yo siendo muy complaciente con ese par de ratas y que había que sonarles más duro. Lo intentaré, pero como sabiamente señaló ayer Obama: hoy poco o nada se puede hacer sin la concurrencia de la ciudadanía. Es necesario que los poblanos le muestren a este sátrapa quien de tiempo en tiempo cierra alguna vía rápida para que suijitoshulo pruebe alguno de los carrazos que le regala (en sentido estricto, sin saberlo, se lo regalamos nosotros) supapitopapadzul. Es necesario que la ciudadanía mexiquense exija que el maligno roedor MONTIEL entregue cuentas a la justicia de ese dineral que, según él, sus hijos que son muy inteligentes, según él, han reunido gracias a una fabriquita de hornos industriales (¡qué hermoso que hasta en los roedores existan los encomiables valores familiares!). A mí, por favor, no me pidan que les pegue más fuerte. No puedo hacerlo porque sé que la injuria es espada de dos puntas que hiere a quien la recibe, pero también a quien la profiere. Esto sin contar con la nada desdeñable posibilidad de que cualquier día de éstos me rompan el hocico por andar de yoloví.

OPERACIÓN COBIJA: Esta es la historia de nunca acabar. En cuanto mi novia Gaby decreta que ya terminó el frío, esa misma noche se mueren hasta los pingüinos del zoológico. En tales...

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