La Gaceta del Charro / La gloria en jueves

AutorGermán Dehesa

¡Felices Pascuas de Resurrección! Este buen deseo va para los cristianos, los Hare Krishna, mis amiguísimos judíos (o sea, va para ti, Bertha Dueck), los agnósticos y los americanistas (nomás vean cuán ecuménico puedo llegar a ser). Creamos en lo que creamos, los humanos, antes de la muerte definitiva, experimentamos muchas muertes dolorosas y secretas. Como diría Carlos Pellicer, podemos hasta morirnos de una mirada mal puesta. Entonces, si todos nos morimos tanto y el desamor nos visita de tantas maneras, todos podemos y debemos resucitar. Por esto, porque el misterio me da la oportunidad de juntar mis pedazos, los restos de mis naufragios y reconstruirme (aunque quede con acabado rústico), por esto me gusta y celebro la Pascua por encima de todas las otras fiestas: me pongo muy contento, organizo una fogata con el Bucles, reparto con intensa democracia besos y abrazos y estreno alguna prenda de vestir (la siguiente confidencia es reservada y no está sujeta al derecho a la información: para estas Pascuas estrené unos hipercalzones rojos marca Victorinos's Secret que, ya puestos, me hacen lucir como la Sexta de Beethoven. Si alguna chica se interesa, puedo hacerle la visita guiada a la flamígera prenda), de modo que en la Pascua yo quedo literalmente como unas pascuas, así de feliz y de agradecido me siento con el misterio ("el infinito laberinto de los efectos y las causas") y con todos los eventos y personas que, lo sepan o no, me ayudaron a reinstalarme en la vida. Laus Deo.

Ahora diré algo acerca de un evento en particular que inauguró mis Pascuas de este calamitoso año de 2005. Yo estaba en Cuernavaca intentando descansar sin demasiado fruto. Yo sé que soy infinitamente flojo, pero la atareada vida me ha hecho perder muchas facultades. Tan es así, que el jueves desperté muy contento pues recordé que esa noche tenía que estar en la Capital para dar función. Una vez que dejé a Osamita sometido a intenso remojo en la alberca (espero que lo hayan extraído, porque si no, ya ha de estar germinando), me dispuse, pasadas las seis de la tarde, a regresar a mi áspera ciudad.

Como un lienzo de suaves colores que los ángeles dejaran caer, así atardecía en el camino. El carruaje conducido por el diestro Pancho se disponía a caer sobre el Valle de Anáhuac...

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