GACETA DEL CHARRO / La fiesta

AutorGermán Dehesa

Como diría El Piporro: estuvo paaadre. La noche era espantosa; llovía, había viento y la Ciudad de México, toda ella, padecía un intenso frío veraniego.

Todo estaba en contra de que alguien, ¡hágame usted el c. favor!, pretendiera organizar una pachanga. Abriéndoles el corazón (expresión absurda y azteca), yo les diría que, en tales condiciones, a mí no me llevaban a una fiesta, pero ni a mentadas de madre.

El asunto es que era mi fiesta y, aun suponiendo que no fuera nadie, yo tenía que estar ahí, hombro con hombro, con mi querida Fernanda Familiar, entusiasta organizadora del festejo. Tenía que estar, pero me daba una flojera inmensa y, como me suele suceder en tales casos, me fui poniendo mis festivos ropajes en lentas etapas mientras veía "Las tontas no van al cielo" que ya comienza a atacarme los nervios y a producir un cierto pero firme deseo de que a todos los personajes los fulmine en bloque un ataque masivo de tétanos.

Finalmente a las nueve de la noche respiré hondo, junté fuerzas y arranqué con mi bracito en cabestrillo rumbo a la muy grata casa que tiene Fernanda aquí en San Ángel. Me acompañaba, muy bañadita y arregladita ella, la Rubia Misteriosa que ha sido para mí en este maltiempo una compañera inapreciable. En tres minutos ya estábamos frente a la Familiar puerta. Desde ahí se alcanzaba a ver que no había nadie y que en la cocina dos meseros se entretenían en darle trapazos al fregadero. Entramos y una amigable voz nos informó en qué dirección de la casa estaba la fiesta. Como quien cruza el umbral que une y separa al mundo real del mundo de la jubilosa imaginación, así sentí cuando ingresé al mero lugar de la pachanga. El ambiente era cálido y enormemente cordial. No había más que puros amigos y amigas; la cuatitud en pleno. No diré que estaban todos mis amigos, pero sí puedo decir que todos los que estaban eran mis amigos. Yo no sé si en otras naciones sepan cómo se puede armar instantáneamente una chorcha, pero para mí tengo que en ese terreno los aztecas somos insuperables.

La plática era muy animada y gracias a sus caloríficos...

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