GACETA DEL CHARRO / Domingo caótico

AutorGermán Dehesa

En el pasado artículo, mediante una apretada síntesis, les platiqué de mi gratísimo viaje a Ixtapa-Zihuatanejo (¡aikir!) y de todos los horrores que se acumularon en mi espíritu a mi regreso.

Hasta donde mi alma de cronista recuerda, la reseña de mis andanzas llega hasta el domingo por la mañana, a unos cuantos minutos de que comenzara el partido Pumas-Chivas que tanto tensó mi relación con mi Secretaria del Exterior, la gran Rosachiva que mucho ha hecho por superar su cuna naka, pero que, no obstante, sigue siendo Chiva.

En principio mi intención era asistir al estadio y ocupar mi lugar en el palco en compañía del Bucles quien, por sus purititas pistolas y cuchileado por su ¡"madre"!, tan simpática ella, ya se había largado a Cuernavaca en cuanto supo que el partido sería a puerta cerrada. Y ahí me tienen frente al televisor con un mal humor de los diablos y atestiguando un partido rarísimo que parecía ocurrir dentro de una pecera. Para peor, los Pumas comenzaron perdiendo y así se siguieron hasta que a los puros tirones obtuvieron el empate. Los mariachis callaron. La Rosachiva puso cara de madre revolucionaria que acaba de recibir la noticia de que a Atilano, su único hijo, ya se lo cargaron los federales. Toda la casa de piedra y flores era un crespón de amargura. Un partido que se antojaba abierto, peleado, intenso, terminó en asamblea de fantasmas. En esto, sonó el claro clarín del timbre de esta casa. Llegaban los refuerzos. El feliz y distinguido matrimonio formado por mis amigos Los Mudanceros, que viven lejísimos, me enviaban una generosa provisión de comida mexicana que comenzaba con unas chalupitas dignas de haber sido confeccionadas por Octavio Paz y remataba con un chicharrón en verde que podría pertenecer a la primera época de Miguel Ángel. Más que un obsequio, eso era una obra de arte. Por teléfono, Quique el Mudancero me dio el título idóneo para este festín: "El amor en tiempos del Virus". Su Charro Negro y algunos visitantes que por aquí cayeron dispusimos de las viandas con verdadera fruición. Luego presenciamos...

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