La Gaceta del Charro / Las buenas gentes

AutorGermán Dehesa

No es posible que no logremos desatorar a este país, nuestro único país. Mi experiencia me dice que, tras mucho ir y venir, subir y bajar por todos los confines de nuestro territorio, las buenas personas, inteligentes, trabajadoras, generosas, bien intencionadas, forman una abrumadora mayoría al lado de los malnacidos chacales logreros, fraudulentos y ventajosos. Sin embargo, son estos últimos los que terminan encaramándose a los puestos de control para desde ahí imponernos sus mandatos torcidos y egoístas. Alguna falla de origen hemos de traer puesto que hemos permitido a lo largo de los siglos que esta minoría de violentos moridores tramposos y enredosos se salgan con la suya y que lo hagan muchas veces a nombre de Dios, de nuestro bien, o de la ley. No sé a ti, lectora lector querido, pero a mí me encantaría que en un día próximo nuestro país amaneciera con ánimo de perro mojado, se sacudiera violentamente y, al hacerlo, se sacara de encima a todos estos parásitos. Ya no podemos permitir que sigan ordenando tantas tropelías y tantas estupideces; tampoco podemos seguirlos manteniendo y rindiéndoles un respeto que de ninguna manera se han ganado.

No se piense que este es un sesgado homenaje a Bartlett, Madrazo, Jackson & Co. Al escribir estos renglones no estoy pensando en ellos. Siempre que pienso en ellos se me mete algún virus al cerebro. El asunto es más simple. De unos días para acá, por diversas razones, he tenido que consultar a tres médicos mexicanos: Elías Zaidman, Carlos Gaos y Alberto Palacios. Los tres son excelentes personas y médicos notables, pero además no han permitido que el ejercicio médico los congele, o los deshumanice. Me basta con avisarles que me anda fallando la máquina, para que tomen mi recuperación como compromiso personal: me llaman para ver cómo voy, se preocupan por mi economía, los llamo a las horas más absurdas y me contestan de buen modo y, lo que es más importante, remedian mi problema y nos hacemos cada día más amigos. Hay infinidad de médicos así y les diré algo más: hay infinidad de personas así. Hacen bien su trabajo, no persiguen la opulencia sino una vida digna, se cansan, disfrutan de la vida, la felicidad no les es ajena, son gente amorosa que vive bien y muere en paz. Son de todas las edades, de todos los oficios, son hombres y mujeres de todas las etnias y clases...

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