GACETA DEL ÁNGEL / El viento fementido

AutorGermán Dehesa

Con toda pompa, boato, aparato y majestad, el viernes 15 de enero, el viento hizo su entrada triunfal a la Ciudad de México. Tan sólida es nuestra Capital que, en menos de una hora, el viento ya la había movido de acá para allá y de arriba para abajo. La ciudad quedó como señora desgreñada de ésas que salen con un palo a atender al reportero de Televisa.

En diversos puntos, se interrumpió el suministro eléctrico que, según yo, es uno de los peores reveses y contrariedades que podemos padecer los ratones de ciudad. Todo esto ocurría en ese difuso ámbito temporal conocido como la hora de Agustín Lara que, en ausencia de luz artificial, resulta paralizante para su Charro Negro que, en estas condiciones, se va diluyendo hasta quedar como burrero sepia. No hay luz suficiente para poder leer, a estos efectos la luz de las velas es una mentada de madre. Si no se puede leer, mucho menos se puede escribir porque cada renglón se convierte en una especie de gráfica descendente sobresaltantemente parecida a la de mis finanzas (¡Oh, dioses de Polanco, que ya alguien me pague, o que me pongan en alguna lista de damnificados!). Sin poder leer y escribir, a mí no me queda más tarea que hurgarme el ombligo en busca de puruchas remanentes. Dada mi exquisita pulcritud personal, esta tarea no rinde fruto y lo malo es que con ella agoto mi repertorio de ocupaciones personales en condiciones de penumbra. Lo único que me queda es echarme a dormir, pero hacer esto antes de las siete de la tarde es totalmente contra natura. De todos modos, me duermo, sueño que me persigue Itati Cantoral y una hora después, despierto con enorme sobresalto. La luz ha vuelto y en mi alma yo le devuelvo su crédito a la mamá de Alfredo Elías Ayub y me dispongo a disfrutar la noche. Afuera el viento sigue ululando, los...

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