Gabriela Tolentino en el Castillo de Chapultepec.

Al promediar el ano 2014 conoci la obra de la pintora tapatia Gabriela Tolentino, especificamente cuando vino desde Guadalajara a participar en una exposicion colectiva en una casa de tezontle virreinal en la calle de Donceles, ubicada en el Centro Historico de la Ciudad de Mexico. Uno de los elementos que con mayor intensidad magnetiza nuestra atencion dentro de la complejidad estetica de su obra, es el factor de la vertiginosidad relampagueante de su trazo.

Tambien trama medular de sus obras porque estas oscilan, literalmente, entre el candor casi propio de huestes celestiales, con elementos erizados de simbologia de indole infernal. De una manera extraordinariamente original su temperamento mas esencial es ecumenico. Incluso en ella cabe la posibilidad de pensar en la formula oximoronica de una espigada heresiarca ecumenica; esta dicotomia de implicaciones teologicas la resuelve en un simple parpadeo: el ensamble de un maridaje entre la vigilia festiva y la pesadilla.

Uno ve en sus cuadros figuras con protuberancias, sinuosidades y deformidades adiposas; feminas estilizadas con manos de lagartija, doncellas zoomorfizadas, anfibologias con perfiles licantropicos, pero eso si, siempre, sus personajes ostentan ojos enormes, incandescentes, con inmarcesibles destellos de epifania. Disponiendo de una sorprendente agilidad demiurgica, Gabriela ata en su lienzo el cielo, no solo con la tierra, sino hasta con la iconografia ignea del inframundo; no se le puede catalogar de infra...

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