Gabriel Zaid / ¿Cómo le van a hacer?

AutorGabriel Zaid

No está claro quién va a ser el próximo presidente de México. El voto duro (los que votan por un partido, no por un candidato) será, digamos, de 26 por ciento para el PRI, 20 por ciento para el PAN y 18 por ciento para el PRD, lo que no es suficiente para asegurar el triunfo de nadie. Todo dependerá del voto flotante, que es impredecible. Días antes de las elecciones en Managua (1990) y Madrid (2004), las encuestas, los conocedores y hasta la oposición suponían el triunfo de Daniel Ortega y José María Aznar, que resultaron perdedores.

Todavía falta mucho para las elecciones del 2006, y las preferencias pueden ir cambiando suavemente o de pronto, en una dirección o en otra. Pero no hace falta saber el voto final para anticipar el resultado: vamos a ver la misma película. Llegará un equipo preparado para disfrutar el poder, no para gobernar con eficacia un país heterogéneo y una clase política dividida.

Hay oportunidades y problemas nacionales que no todos los ciudadanos ven fácilmente, por ejemplo: la transparencia del poder, las microempresas, los acuíferos, la desforestación. Un buen gobierno debe convencer de la importancia que tienen. Pero la agenda que ya está en la conciencia pública, aquello que la sociedad considera prioritario, tiene que ser atendido. Asombrosamente, aunque todas las encuestas coinciden en que la corrupción, la seguridad y el empleo son las tres grandes prioridades de los mexicanos, sus gobiernos andan en mil cosas, sin concentrarse en esto, ni obtener resultados satisfactorios. Esta decepción continuará. Llegarán otros, cobrarán y se irán.

Medio centenar de suspirantes había dejado traslucir sus ilusiones presidenciales. Se fueron reduciendo a una docena de aspirantes formales, que tratan de venderse como el presidente ideal. Pero ninguno sabe cómo superar la corrupción, la inseguridad y el desempleo. Si lo supieran, ya estarían explicando (con toda precisión) por qué no funcionó cada una de las políticas del gobierno federal, el Distrito Federal, los estados y municipios, que supuestamente iban a resolver estos problemas; y cómo se puede hacer (con toda precisión) para que no se repita el fracaso.

Es absurdo atribuir el fracaso a que los gobiernos no querían cumplir. Les hubiera convenido muchísimo. La verdad es más simple: no supieron cómo. Todavía hoy, ni el Presidente, ni su gabinete, ni los gobernadores, ni el jefe del Distrito Federal, saben por qué no pudieron. Prefieren suponer que sí pudieron...

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