Gabriel Zaid / Reciclar

AutorGabriel Zaid

Hace doce mil años, la población mundial era mínima. Unos cuantos millones de personas tenían el ancho mundo para vagar, alimentarse, divertirse y platicar. Vivían en tribus nómadas de un centenar de personas bien alimentadas, cuyo consumo total no llegaba a nada. Hacían campamentos, agotaban los recursos del lugar y se iban a otra parte. Cuando volvían, la naturaleza se había recuperado.

La vida sedentaria hizo más intenso el consumo y multiplicó la población. Los ciclos naturales de recuperación no fueron suficientes para vivir sin trabajar. Sin embargo, la Revolución agrícola obtuvo de la naturaleza más que nunca, desforestando y cambiando el curso natural del agua. La Revolución industrial aumentó la productividad todavía más transformando el uso del fuego en las máquinas de vapor y los motores de combustión interna. La población y el consumo de recursos naturales subieron hasta niveles alarmantes.

Las primeras crisis ecológicas se debieron a catástrofes naturales. La caída de un meteorito en Yucatán hace 65 millones de años causó la extinción de los dinosaurios y otras especies. La erupción del Vesubio destruyó Pompeya hace dos milenios.

Las crisis ecológicas de origen humano aparecieron con el aumento de la población, la intensidad del consumo y la tecnología. Hay desastres famosos como el accidente nuclear de Chernóbil (1986) y el derrame del buque petrolero Exxon Valdez (1989), ambos relacionados con el mayor consumo de energía. Pero los desastres graduales, menos visibles, son igualmente graves.

Las chimeneas industriales fueron motivo de orgullo en Londres hasta que el humo combinado con la neblina (el esmog) resultó letal. Los automóviles empezaron como un lujo (algo así como yates de paseo), y nadie se imaginó las consecuencias de multiplicarlos hasta que el desastre fue evidente. Todavía hoy, no hay tanta conciencia de que el hundimiento de la Ciudad de México va al desastre porque no se recargan suficientemente los acuíferos.

Afortunadamente, la idea de intervenir para frenar el deterioro de la naturaleza, y en lo posible remediarlo, ha hecho progresos notables. El más importante ha sido reducir el crecimiento de la población. El más significativo, prestigiar la idea de reciclar. También ha dado lugar a prédicas demagógicas como pedir a las familias que clasifiquen su basura, trabajo que se destruye cuando los camiones recolectores revuelven...

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