Gabriel Zaid / Rebeliones fallidas

AutorGabriel Zaid

Que los buenos saquen del poder a los malos puede quedar en intentos fallidos o, lo que es más notable, en victorias inútiles. Ha sucedido muchas veces en México, y hay que romper esa tradición.

Los corridos compensan a los rebeldes que terminaron mal (la celebridad parece darles una especie de victoria). Los que terminan bien parecen menos creíbles. O desafiaron un poder que no era tan represivo, o aceptaron una componenda realista (si es que no pataleaban para llegar a eso). La tradición gloriosa es fracasar, como Cuauhtémoc: "único héroe a la altura del arte" -según López Velarde.

El fracaso puede resultar aceptable y hasta deseable. Si el rebelde quiere sentirse la encarnación del bien contra el mal, y rechaza el realismo como corrupción; si el hijo desobediente quiere escucharse amagando a su padre; todo queda en un gesto. Complacido con su rebeldía (como si fuera un triunfo), su protagonismo no necesita más.

Los casos se repiten. Seis semanas después de llamar a la insurrección, Hidalgo encabeza un movimiento arrollador que llega hasta Cuajimalpa. Puede tomar la capital y consumar la Independencia, pero no lo hace. Prefiere seguir como insurgente, y la guerra se prolonga diez años. Un siglo después, Zapata y Villa toman la ciudad de México. Posan para la foto en la silla presidencial. Pero no terminan la Revolución, sentándose a gobernar y demostrando lo que es un buen gobierno. Prefieren irse a continuar la balacera. Años después, los revolucionarios que no querían bajarse del caballo se quejaban: "La Revolución degeneró en gobierno".

En 1994, Marcos produce un espectáculo que se convierte en atracción mundial. Con ese liderazgo, puede tomar el PRD y buscar la presidencia de la república. Pero no lo hace. Prefiere seguir en el espectáculo con su pasamontañas. En 2000, Fox y López Obrador toman democráticamente el poder. Pero, en vez de usarlo para gobernar admirablemente, lo usan para salir en televisión: para seguir en campaña. Y, cuando dejan de estar en el poder, ni se enteran: siguen en campaña.

Los españoles celebraban cada año la Conquista de México. Pero no el 18 de febrero, cuando Cortés (rebelándose al gobernador de Cuba) se embarca hacia México, en 1519; sino el 13 de agosto, cuando toma Tenochtitlan, en 1521. En cambio, nosotros celebramos la Independencia el 16 de septiembre y la Revolución el 20 de noviembre: cuando Hidalgo y Madero se rebelan, en 1810 y 1910. No el día de 1821 en que España acepta la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR