Gabriel Zaid / Opinión y propaganda

AutorGabriel Zaid

Las campañas publicitarias para vender jabón empezaron hace un siglo. William Lever (1851-1925) fue de los primeros en gastar millonadas en eso; y, según cuentan, dijo que "La mitad de mi gasto en publicidad es un desperdicio. El problema es que no sé cuál mitad".

En "Mi Lucha" (1925), Hitler usa el ejemplo del jabón: ¿Qué diríamos, por ejemplo, de "anunciar alguna nueva marca de jabón" destacando las cualidades de la competencia? De igual manera, en la propaganda política, es absurdo reconocer la verdad favorable a los contrarios.

Y fue más lejos al decir que las grandes mentiras (de los otros, naturalmente) son más creíbles que las pequeñas, pues la gente supone ingenuamente que nadie se atreve a declarar mentiras tan grandes. Afirmó también que "El éxito de la propaganda comercial o política depende del uso consistente y perseverante".

Se atribuye a Goebbels, su ministro de propaganda, este resumen: "Si dices una mentira suficientemente grande y la repites sin cesar, la gente llegará a creerla". Y una versión simplificada: "Repite una mentira mil veces y la gente llegará a creerla".

La propaganda pesa, pero no tanto. No toda la gente cree todo, aunque se lo repitan mil veces. La Unión Soviética tuvo un control de la opinión pública (en aulas, libros, prensa, radio y televisión) más completo y prolongado que los nazis. Bajo ese control llegó a haber millones de comunistas que eran hijos y nietos de comunistas. A pesar de lo cual, al día siguiente de la caída del régimen, apareció un partido monarquista. Y ahora el mismísimo Putin va a misa con su mujer y revela que nunca deja su crucifijo.

En México, el presidencialismo no tuvo un control tan completo de la opinión pública, aunque fue prolongado. Al desaparecer, el cambio más notable ha sido que la propaganda a favor del Señor Presidente y la Revolución Institucional dio paso a la propaganda de los señores presidenciables y el protagonismo personal. Los políticos se anuncian como el jabón: venden limpieza y efectividad, no reconocen nada a la competencia y gastan todo lo que pueden en imponer su marca, aunque sea un desperdicio. Pregonan su capacidad de salvar a la patria demostrando su verdadera capacidad: la de estar en el candelero y aspirar a un puesto más alto, donde haya más dinero para anunciarse más y más. Exhíbete mil veces en el candelero y la gente llegará a creer que vales, aunque seas un fraude.

Afortunadamente para ellos, sus comerciales los pagan los contribuyentes. Tanto...

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