Gabriel Zaid/ El poder como negocio

AutorGabriel Zaid

El poder se presenta como servicio, y puede serlo. También se presenta como un saber especializado, aunque requiere más bien sabiduría, por encima de cualquier especialidad. Es muy raro que se presente como negocio, aunque puede ser un negocio redondo.

  1. El poder como servicio es indeseable. Nunca faltan personas abnegadas que se desviven al servicio de las demás. Pero sus beneficiarios pueden ser muy desconsiderados, creerse dignos de una atención infinita, no tener límites para pedir, cuando descubren que les hacen caso. Pueden tranquilamente esclavizar a quien les sirve desinteresadamente. Los padres de familia, maestros, médicos, religiosos, benefactores, militantes, funcionarios, pueden ser explotados vilmente por sus hijos, pupilos, pacientes, si se abandonan masoquistamente al deseo del servir.

    La demagogia del poder como servicio no debe confundirse con la realidad. Cuando de verdad hay que fregarse en beneficio de los otros, los elegibles corren a esconderse, como sucede en muchos grupos de trabajo voluntario, cofradías pueblerinas y alcaldías paupérrimas. En algunos pueblos campesinos hay hasta la costumbre mañosa de no faltar a la asamblea de elección, porque se nombra alcalde a alguno de los que no asistieron.

    Si, por alguna afortunada anomalía psicológica, alguien tiene ambiciones de poder (cuando el poder no es más que servicio), hay que apoyarlo, aplaudirlo, festejarlo y entregarle rápidamente el poder, antes de que se arrepienta.

    Todo esto es obvio en asociaciones, comunidades o condominios cuyos miembros son más o menos iguales. El apoderado tiene que descuidar sus proyectos personales para realizar proyectos de interés colectivo, con toda clase de complicaciones: reconciliar diferencias de opinión, convencer a los renuentes, sacarles las aportaciones necesarias, enfrentarse a las críticas por la forma en que se realiza el proyecto y a las suspicacias sobre el uso de los fondos, responsabilizarse de los resultados cuando las cosas salen mal y ver cómo le escatiman los aplausos cuando salen bien.

    Pero también hay situaciones polarizadas, en las cuales el poder no se recibe como un encargo de vecinos, compañeros o conciudadanos, sino que ya se tiene por la fuerza armada o económica, a pesar de la cual, y sin necesidad aparente, el poderoso dedica parte de su tiempo y sus recursos al servicio de los que no son sus iguales. En reciprocidad, los clientes (como fueron llamados en el Imperio Romano) dan al benefactor adhesión...

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