Gabriel Quadri/ Humo en los ojos

AutorGabriel Quadri

Hay problemas ecológicos que revelan carencias y fallas institucionales en ámbitos muy diversos, incluso, aparentemente inconexos. Esto se hace más patente en ocasiones, cuando la naturaleza se empeña en ofrecer un rostro adverso, por ejemplo, a través de condiciones climáticas desfavorables. Así, se configuran escenarios de crisis, donde la confusión, el desánimo o la indignación socavan la legitimidad y la confianza en las administraciones públicas, haciendo evidentes enormes pasivos medioambientales.

La crisis de calidad del aire observada en 1998 como consecuencia de altísimas concentraciones de partículas suspendidas en la atmósfera de nuestra ciudad, hace precisamente tres años, encaja muy bien en esa tipología.

La contaminación por partículas suspendidas está reconocida como algo sumamente riesgoso para la salud pública, en especial cuando se trata de partículas muy pequeñas, que al inhalarse se alojan en los alvéolos pulmonares. Dependiendo de su origen y composición fisicoquímica, pueden asociarse con un gran número de padecimientos, entre ellos, el cáncer. Son muchas las fuentes de partículas suspendidas, por lo que hacer un inventario preciso no es algo sencillo. Destacan aquellas emitidas en distintos procesos de combustión, tanto en vehículos como en la industria, en particular, las asociadas al consumo de diesel en motores obsoletos (como los autobuses suburbanos llamados "Chimecos" y muchos vehículos de transporte federal ajenos a la regulación ambiental), ya que contienen hidrocarburos cíclicos aromáticos (como el benceno) que son probadamente cancerígenos. Otras partículas se forman en la atmósfera como aerosoles fotoquímicos a partir de emisiones de contaminantes gaseosos; tal es el caso de nitratos y sulfatos derivados de óxidos de nitrógeno y óxidos de azufre respectivamente.

La erosión del viento sobre suelos desnudos o desecados (como el vaso de Texcoco, de zonas deforestadas y áreas urbanas sin pavimento) contribuye también de manera importante a la degradación de la calidad del aire por partículas suspendidas. Una fuente adicional y especialmente riesgosa en el Valle de México está representada por las ladrilleras que plagan el oriente de la metrópolis. Estas, además de ofrecer un genuino paisaje de inframundo, cuecen arcillas para tabiques en hornos primitivos donde queman residuos peligrosos sin ningún tipo de regulación, como es el caso de lubricantes, solventes químicos, breas, plásticos y casi cualquier material...

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