El Gabinete del Dr. Caligari/ La joya

AutorAlfonso Islas

LA JOLLA, CALIFORNIA.- Francis Crick hace un recuento de su vida desde este paradisiaco rincón de San Diego, en California, donde ahora vive. Trabaja en el Instituto Salk y dedica sus últimos suspiros de inspiración al estudio de las neuronas.

Recuerda de manera especial sus primeros años cerca de Northampon, Inglaterra, en los Midlands, donde nació en plena Primera Guerra Mundial, en el clasemediero hogar de sus padres, donde su familia dirigía una fábrica de botas y zapatos que, en su momento, le permitió a él cambiar su destino y tener una carrera como licenciado en Ciencias Físicas y Matemáticas, para dedicarse más tarde a colaborar con el Almirantazgo inglés en el diseño de minas magnéticas y acústicas, y posteriormente descubrir que la biología molecular era un buen campo de estudio en donde podría aplicar sus conocimientos, primero en los laboratorios Strangeways y luego en el afamado Cavendish, donde se relacionó con James Watson, Rosalind Franklin y Maurice Wilkins con quienes en 1962 -a excepción de Rosalind, que murió antes- compartió el Premio Nobel por el descubrimiento de la estructura de doble hélice del Acido DesoxirriboNucleico (ADN), que es la estructura fundamental de los genes, de la que los seres vivos dependemos.

Recuerda de manera especial ese 28 de febrero de 1953 en el mencionado Cavendish, donde junto con James Watson esperaban una piezas metálicas que representan a las bases componentes esenciales del ADN: Adenina (A), Timina (T), Guanina (G) y Citosina (C) que nunca llegaron, pero que con ingenio sustituyeron con bases de cartón con las que Watson jugueteaba en la mesa del laboratorio para descubrir con sosobra que la A embonaba con la T y la G con la C.

La emoción llevó a los dos afortunados y astutos investigadores al pub The Eagle, en el centro de Cambridge, donde Crick anunció a los parroquianos de manera ruidosa: "Hemos encontrado el secreto de la vida".

Aunque, con seguridad, los que alcanzaron a escuchar pensaron que Francis estaba borracho, él tenía razón: acababan de descubrir...

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