Jorge G. Castañeda / Reestructuración postergada: Oaxaca

AutorJorge G. Castañeda

De acuerdo con versiones publicadas anteayer en este diario, Eduardo Sojo, encargado del equipo de transición de Felipe Calderón de los procesos entrega-recepción y reestructuración del nuevo gobierno, anunció que la deseable reestructuración se va a dejar para después. Justificó esta postergación con la frase clásica: "no quemar pólvora en infiernitos", explicando que el Presidente electo prefiere utilizar su capital político para lograr reformas de fondo, como por ejemplo en materia energética, en lugar de gastarlo en modificaciones administrativas. Quizás sí sea creada por decreto la figura de "Chief of Staff" en Los Pinos, pero incluso esa reforma parece que será a medias.

Por un lado habrá, aparentemente, un encargado de la relación con el Congreso en Los Pinos que no será el "Chief of Staff" y, por otro, habrá un secretario de Gobernación sin relación con el Congreso y sin aparato de seguridad bajo su mando.

Se entienden las razones de posponer todos los cambios necesarios en la administración pública; se entiende también la angustia del equipo de transición ante decisiones cruciales sobre el uso de recursos escasos en momentos definitorios. Pero quizás convendría sugerir que algunas reformas de fondo no son posibles sin las reformas administrativas, recordando también que lo que no se hace durante el breve periodo de luna de miel al comienzo de un sexenio, no se suele lograr después. Ahí está el ejemplo del arranque del gobierno de Vicente Fox, cuando muchas de las ideas de reestructuración fueron, en realidad, abandonadas y no pospuestas.

Para ejemplo basta un botón: el caso de Oaxaca. Se puede estar en contra del uso de la fuerza pública por muchas razones. Fox tiene las suyas -no quiere manchar de sangre un sexenio que él considera blanco y que, en todo caso, ha sido más blanco que cualquiera de los anteriores- o bien la falta de confianza en la propia policía. Las razones no son menospreciables, aunque perjudiquen a Calderón y conduzcan a exaltar temas como Atenco I y Chiapas. Otros piensan -tendería a ser mi caso- que no se debe recurrir al uso de la fuerza por razones éticas: si no existen garantías de una acción limpia, eficaz, expedita y definitiva, el costo de una batalla campal y prolongada en las calles de Oaxaca puede superar con creces el beneficio de una acción policial en aras de poner orden a lo que es, a final de cuentas, todavía un problema acotado.

Ahora bien, para realizar con éxito una acción quirúrgica y...

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