Jorge G. Castañeda / Derechos humanos

AutorJorge G. Castañeda

Hace un par de semanas tuve el honor de asistir a una cena de despedida ofrecida por una embajada Europea a Amerigo Incalcaterra, el virtual expulsado ex representante de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con sus amigas y amigos: activistas, líderes de ONG, representantes de la ONU, periodistas y académicos, todos ellos involucrados en el tema de los derechos humanos en México. Me dio un especial gusto poder participar en este homenaje discreto pero sincero, a Incalcaterra, ya que puedo atribuirme la autoría del acuerdo firmado por México y la Alta Comisionada Robinson, el 2 de diciembre del 2000, creando una oficina de derechos humanos de la ONU en México, haciendo de nuestro país como lo dijo Incalcaterra en un artículo publicado por la revista Proceso, hace unos días, el primero en el mundo en pedir la apertura de una oficina de ACNUDH sin encontrarse en estado de guerra, y la autoría también del programa de acción en materia de derechos humanos suscrito entre el gobierno de Fox y la ONU en 2002. Y en ese mismo espíritu, se me ha permitido adentrarme más aún en el tema de los derechos humanos a través de mi membresía desde hace cinco años de la junta de gobierno de Human Rights Watch, quisiera ofrecerle al lector algunas reflexiones sobre el papel interno y externo de las ONG de derechos humanos de dentro y fuera del país en un momento en que son objeto de severas críticas, por tirios y troyanos.

Salí de la cena especialmente complacido por haber atestiguado cómo esas organizaciones de la sociedad civil en México han pasado ya casi por completo del "soberanismo" de antaño a la posición que muchos siempre hemos tenido: la defensa de los derechos humanos es un tema que trasciende la soberanía y las fronteras nacionales, en el caso de Cuba y China, México y Guantánamo, Irán, Rusia y Oaxaca.

Las ONG y las OG de derechos humanos no tienen por misión defender la soberanía nacional ni intentar una guerra contra el narco ni ser amigos de Fidel, Raúl y Hugo. Para eso están el Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y hasta la CNDH cuyo presidente efectivamente siempre se opuso a la apertura de la oficina de la ONU, al programa de acción del 2002, y a los subsiguientes, y a la persona de Incalcaterra. Por razones muy compresibles a la CNDH y en particular a su presidente les interesa muchísimo más su idea de defensa de su idea de soberanía que la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR