Un futuro distópico según Raúl Tamez

AutorErika P. Bucio

En su primer trabajo como dramaturgo, el coreógrafo Raúl Tamez concibe un mundo distópico y, por tanto indeseable, donde la sociedad secreta del Venado azul se aísla en la única zona virgen del planeta.

Una microsociedad que reacciona ante un mundo hipertecnologizado regido por un nuevo orden con la Unión de Países del Sur, Asia y Oriente (USAO), que ha arrancado el poderío económico al Norte. Se vive una grave crisis alimentaria por el fin de los recursos naturales que ha empujado a prácticas como el canibalismo y olas de nomadismo.

Los miembros de esa sociedad secreta deciden regresar a la forma en que se vivía en el pasado, volver a la naturaleza y vivir de la manera más austera posible en la que es considerada la última reserva virgen del planeta: el Zempantlicue.

Todo sucede en la obra Niños chocasangre, en ese espacio distópico situado en México.

Tamez se refiere a su pieza no solamente como futurista sino premonitoria por la pandemia y las histerias colectivas que ésta generó, así como los métodos de control desarrollados alrededor, además de la crisis económica.

Como en las ficciones distópicas, el creador escénico imagina gobiernos tiránicos que obligan a sus ciudadanos a "infiltrarse", bajo la amenaza de tortura o muerte, para alargar la vida hasta los 200 años ante el riesgo de extinción de la humanidad, procedimiento que deja extrañas marcas en el cuerpo o en ocasiones, deformidades corporales.

"Chocasangre" es un neologismo inventado por el coreógrafo -también sociólogo- que alude a un movimiento en ese futuro probable para eliminar la blanquitud del mundo. Ser chocasangre es un símbolo de estatus; la piel negra y las poblaciones con un ADN "más mezclado" integran las élites de esta sociedad.

El repudio al color de la piel es uno de los ejes narrativos de la obra.

"Uno escribe de acuerdo con los personajes y a la ficción que estás creando, pero eso no significa que refleje tu postura; no tiene nada que ver con una postura sino cómo me imagino esta sociedad distópica", ataja en entrevista el Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga 2016.

Para la obra, Tamez inventa una lengua, "ayaní", como una herramienta de comunicación de los miembros del Venado azul con la que el artista intenta evocar, sin ninguna pretensión académica, la musicalidad de lenguas originarias como el náhuatl. La obra se narra en español y...

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