El funcionario público, entre el deber de probidad y la corrupción

AutorMario Ulises Pereyra Esquivel
CargoConsejero de la Federación de Colegios Barras y Asociaciones de Abogados del Estado de Veracruz
Páginas28-31
28/29 28/29
SEPTIEMBRE 2016
EL FUNCIONARIO
PÚBLICO,
entre el deber
de probidad
y la corrupción
En estos aciagos momentos que estamos viviendo en nuestro querido Estado de
Veracruz, donde por cualquier lado leemos, escuchamos o nos enteramos de actos de
corrupción realizados por casi la totalidad de los funcionarios públicos que han ejerci-
do el poder durante este, por fortuna, feneciente sexenio, hemos querido abordar este
tópico del funcionario público y el deber de probidad desde la perspectiva de doctrina
y con especial énfasis en lo que señala sobre la materia la Ley contra la corrupción y el
enriquecimiento ilícito.
Trataremos de dilucidar lo anterior, pero nos interesa sobremanera hacer ver
que en la lucha contra la corrupción se debe resaltar el deber de probidad que, en un
análisis puntual, arroja lo que podríamos considerar como una especie de Decálogo de
Ética, o cuando menos de enunciados a seguir.
Es evidente que, con mucha frecuencia, al hablar de la función pública se mezclen
o escuchen términos como ética, corrupción, funcionario público, probidad y trans-
parencia. Lo anterior se debe en buena medida a la serie de actos contrarios a la ley y
a la propia moral que se han presentado en el ejercicio de la función pública o, mejor
dicho, por los comportamientos nocivos que desde siempre han estado presentes en
la sociedad, pero que, hasta ahora, nunca como antes han sido denunciados tan abierta
y públicamente.
En este sencillo análisis, el eje central será la ética, que entendemos como una
virtud que todo ciudadano debería tener, pero con mayor razón aquellos que tienen la
investidura, sea por nombramiento o por elección popular, de un cargo público y que,
por lo tanto dependen, de la hacienda pública.
El tema de la ética individual en el
ejercicio de la función pública debería
verse, desde nuestro punto de vista, y
basarse en el principio de que el servicio
público se justif‌ica sólo en la medida en
que se satisfaga el interés general, o me-
jor aún, en la medida en que el Estado
se benef‌icie de lo que se haga con sus
recursos, pertenecientes a la hacienda
pública.
Pareciera que hablar de corrupción
es un tema nuevo. Lo cierto es que ésta
ha existido en todas las épocas de la
humanidad y en todas las formas de
gobierno, concluyendo con Horacio
Verbitsky que: “lo nuevo no es la corrup-
ción, sino el debate sobre ella”. De
igual forma, podemos asegurar que el
fenómeno de la corrupción se vincula a
la parte ética de las personas en general,
más que a las instituciones, dado que
éstas al f‌inal de cuentas son organiza-
“lo nuevo no es la
corrupción, sino el
debate sobre ella”.
Por MARIO ULISES PEREYRA ESQUIVEL
Consejero de la Federación de Colegios Barras y Asociaciones de Abogados del Estado de Veracruz.
ciones compuestas por servidoras y
servidores de la sociedad, es decir, por
seres humanos.
De igual forma, podemos asegurar
que la corrupción viene amenazando
seriamente el funcionamiento y la cre-
dibilidad de las democracias y debili-
tando peligrosamente la legitimidad de
aquellos sistemas de gobierno supuesta
o presuntamente consolidados. Un
Estado con tal f‌lagelo no puede perma-
necer, y mucho menos justif‌icarse por
mucho tiempo, siendo tan cierto esto
que lo vemos en cada elección, cuando
los candidatos ganan con menos votos
y, si bien es cierto que son legalmente
electos, no son legítimos, porque care-
cen de legitimidad mayoritaria.
De alguna manera podemos af‌irmar
que todavía, pese a todos los actos de
corrupción que se han denunciado, el
pueblo cree y confía en el sistema de
CAMBIO DE
GOBIERNO

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