Una fuente de historia

AutorStephanie Quiles

Era 1921 y sobre la calle Hidalgo, justo a un costado del Museo Regional, Florencio López dio vida a una de las más emblemáticas cantinas de la Ciudad, La Fuente.

El cambio de domicilio a Pino Suárez con el número 78 sucedió en tiempos del Gobierno de Jesús González Gallo; pero fue hasta 1983, cuando Rogelio Ignacio Corona y Jesús Conrique, mejor conocidos como Nacho y Chuy, se quedaron como propietarios y aún siguen juntos en el negocio.

"Cuando entramos nosotros, que éramos jóvenes, quisimos meter bebidas preparadas, pero con clientes todos hombres y variado entre gente de bajos recursos y políticos, no fue de su agrado, pues los dueños anteriores eran muy tequileros y acostumbraron así al público. Cada vez que alguien pedía algo diferente le decían 'no se haga 'penitente', 'tínguese' un tequila y una cerveza y se alivia'", menciona Corona.

Y es por eso que en La Fuente los diferentes colores de botellas de cerveza y los caballitos de blanco, dorado y sangrita corren de un lado a otro por las mesas, independientemente de los demás destilados que están a la orden del día en la antigua barra que luce una máquina registradora de 1904 y la famosa bicicleta olvidada por un parroquiano en 1957.

Pero entre esos cristales que resguardan líquido existe uno que puede causar confusión a las nuevas generaciones, pues debido a su color y a un juego de palabras, puede ser que en lugar de recibir un elíxir dulce, llegue un aromático y fuerte tequila.

"Hace muchos años venía un billetero, le decían 'El Pajarito', siempre pedía un 'amaretto' refiriéndose, por...

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