Froylán M. López Narváez / Rebelión mazahua

AutorFroylán M. López Narváez

Rotundamente, sin ambigüedades ni equivocidades, la comandanta Lilia Maldonado habló a nombre de sus hermanas, compañeras, del Frente Común para la Defensa de los Recursos Naturales del Pueblo Mazahua: "Las autoridades le vieron la cara a nuestros hombres, ahora entramos las mujeres. Nosotros estamos dispuestas a levantarnos en armas, y si es posible ponernos explosivos y hacernos explotar... Por el momento no tenemos explosivos ni tenemos quienes nos lo consigan, pero ya veríamos".

Seres de palabra, sobrevivientes a las conquistas de los mexicas y los españoles, sin actitudes orondas, orgullosas, valientes, con los mismos elementos de los zapatistas de Chiapas, la dignidad y la gana de preservarse y ser ellos mismos, según entiendan y quieran, se amacizaron hace ya casi una quincena, en un plantón a las puertas de la planta potabilizadora de Berro, del sistema Cutzamala. Ya han marchado con sus escasos armamentos, viejos fusiles y sus arreos de labranza y vestidos encendidos, sus faldas largas, sus blusas de manga ancha, sus quechquémetl, sus fajas de lana.

Con desdén racista, amagándolas con el desprecio y la incomprensión, estas personas, se encuentran en las calles de la metrópoli, en la capital mexicana, vendiendo golosinas, chicles, muñequitas risueñas, arte devenido artesanía también por otros desprecios o pidiendo caridad ya que no se les concede justicia, respeto. Se las llamaba Marías; una persona lucró con su personalidad, en la televisión y en la cinematografía, llamándose la India María. Con ingenio chabacano e histrionismo champurrado con malicias y astucias insuficientes, el personaje causaba hilaridad, burla, pero nunca respeto cabal ni la admiración que merece la gente que lucha por sobrevivir.

Ahora estos mexicanos atávicos han decidido defender sus tierras, su agua, su destino, a como dé lugar. Llevan siglos defendiéndose, y años reclamando atención y equidad. Lugareños de las comunidades de Villa de Allende, estado de México, se vieron afectados por un derrame de la presa de Villa Victoria en septiembre del 2003 que dañó cultivos en 300 hectáreas. Reclaman una nueva política hidráulica que incorpore, pero no someta, al desarrollo oficial. Reclaman indemnizaciones por la cuantía de 2 millones de pesos y la devolución de 34 hectáreas del Ejido de San Isidro que les expropiaron hace 25 años, a favor de la Comisión Nacional del Agua. Avisados, quieren que les doten de agua potable, con redes fijas, estables, y para planes...

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