Froylán M. López Narváez / Sí se acuerdan

AutorFroylán M. López Narváez

En los entornos sureños de la Ciudad Universitaria nacional no había habido asambleísmo preliminar a la conmemoración del 2 de octubre, ya estimado como día de duelo nacional. No obstante el día anterior se supieron de reuniones, encuentros interescuelas, pero nada que llegase a un número grande de alumnos y profesores.

Cuarenta y cuatro años se ha recordado el infausto acontecimiento. Protagonistas que destacaron no cejan en referencias y, por supuesto, en promover el recuerdo puntual de esta fecha. Se ratifican las imputaciones al diazordacismo, a sus secuaces, más que compañeros de administración. Por más que le sobreviven, incluso políticamente, no hay personaje o grupo que le cite o no soslaye esas brutalidades de su gobierno.

También las hubo de "sesentayocheros". Deslealtades y traiciones, oportunismos y errores, audacias y confusiones, incomprensiones, de todo esto aconteció entre quienes reclamaban cambios políticos y partidarios.

Las referencias y remembranzas, la transmisión de vivencias y versiones de los hechos de ese año han sido hasta heredados. Puede señalarse que entre los manifestantes actuales, o entre quienes invocan ideas, ilusiones y fantasías, son nuevos ciudadanos. Sí, abundan los abuelos del "68", hijos y nietos de los luchadores de aquellos tiempos.

La síntesis ideológica y factual es harto difícil. Pero la heredad textual, simbólica y algunos registros de activismos se reconocen, sobre todo, en documentos no políticos. Es ocasión la cita larga de las consideraciones de Carlos Monsiváis, actor parcial, cronista relevante de las culturas, no sólo la estética.

En sus notas sobre la cultura mexicana del sigo pasado (Historia General de México, versión 2000) entiende que: "...los seis puntos del pliego petitorio (castigo a los responsables de la represión, supresión del artículo 145 bis del Código Penal Federal sobre la disolución social; destitución del jefe de la policía, libertad a los presos políticos, indemnización a los familiares de las víctimas y supresión del cuerpo de granaderos) trasmitían una voluntad: el principio del diálogo es el reconocimiento de la inexistencia de la democracia en México". Antes: "con una primera exigencia básica: la recuperación de la calle, es decir, la obtención de una presencia para una clase ambiciosa y pospuesta". Se volvió mito: "se prolonga en un cada vez más sentimiento de culpa...la disidencia como expiación".

Se pueden recoger explicables rechazos a esta interpretación. Pero...

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